La disciplina es uno de los mayores retos de la paternidad. Puede resultar frustrante, desalentadora y humillante. Cuando te topas con las dificultades propias de moderar la conducta de tu niño pequeño, en escuela preescolar o de mayor edad, puede que recuerdes con nostalgia los delicados primeros meses de vida de tu hijo, y te preguntes por qué los dilemas de sueño y alimentación te parecían tan complicados.
La ayuda profesional adecuada puede resultar instructiva y reconfortante. Todo es cuestión de encontrar una filosofía que se adapte a tu estilo personal. ¿Pero cómo hacer una elección cuando el campo de la disciplina parece una mezcla confusa de información?
Te tranquilizará saber que no tienes que elegir un solo estilo de disciplina. Podrían gustarte aspectos específicos de distintos estilos. Es aceptable seleccionar los aspectos que te gustan y desechar el resto.
Además, es importante prestar atención al sentimiento que te inspira cuando lees sobre un estilo en particular. Por ejemplo, Popi Pustilnik, una madre de Brooklyn, relata: “Un libro me hizo sentir tan fracasada que lo arrojé contra la pared”. Posteriormente, recurrió a un libro con un enfoque completamente distinto y se sintió mucho más optimista. “Me parecía mucho mejor”, comenta.
Empieza por aprender sobre algunas de las “categorías” principales de las filosofías de disciplina. En cuanto las comprendas, será mucho más fácil elegir los libros adecuados para ti.
Diferencias entre las teorías de disciplina
Un experto sugiere que la duración del “tiempo fuera” (técnica de disciplina que consiste en ordenarle al niño que cese una actividad como castigo por su mala conducta) debería ser de un minuto por cada año de edad de tu hijo, mientras otro señala que tu propio hijo debería decidir la duración del tiempo fuera. Un libro te indica prohibir con firmeza la violencia física, y otro libro desaconseja usar palabras negativas como “no lo hagas”. Un autor promueve el uso de recompensas, mientras otro dice que las recompensas no son más que sobornos.
La amplia gama de consejos puede resultar agobiante y confusa, pero también demuestra que no existe un único método correcto en el campo de la disciplina. Tú eres el verdadero experto en cuanto al método que funciona tanto para tu hijo como para ti. Aunque la ayuda profesional resulta útil, es necesario que coincida con tu propia intuición e ideales.
5 filosofías de disciplina básicas
Dale un vistazo a estas categorías de enfoques disciplinarios y mira cuál te resulta más atractiva:
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Disciplina fundamentada en límites
Los niños necesitan límites para sentirse seguros. Si no conocen los límites, te “pondrán a prueba” hasta que los establezcas. “¿Qué ocurre si tiro mi cuchara?”, se pregunta un pequeño mientras arroja su cuchara al suelo de forma estrepitosa. “Mmm…no causó mucha reacción. ¿Y si tiro todo el plato?”. Un niño de mayor edad podría probar los límites dejando sus lápices de colores desparramados sobre la alfombra, o tardándose una eternidad para alistarse en las mañanas.
Comunica tus límites de forma clara (por ejemplo: “Por favor, vuelve a guardar las cosas en mi cartera cuando termines de usarlas”). Si no funciona, aplica una consecuencia. Procura que la consecuencia sea congruente con el comportamiento que mostró tu hijo. Por ejemplo, si tu hijo deja tu cartera, cepillo o llaves del auto tiradas en el piso de la sala de estar, perderá el privilegio de revisar tu cartera por un tiempo. Además, aplica “consecuencias naturales”. Por ejemplo, si a tu hijo se le olvida su almuerzo, no vayas corriendo a la escuela a llevárselo. En lugar de ello, déjale experimentar las consecuencias.
Proporciónale “opciones limitadas” para dar espacio a la reflexión. Supongamos que tu hijo de 5 años está tocando su piano eléctrico de juguete con el volumen al máximo. Soportando tu migraña, le pides con todo respeto que baje el volumen. Decide ignorarte. Bríndale la oportunidad de elegir: “Baja el volumen ahora mismo o guardaré el piano hasta mañana”. Esto deja la responsabilidad en sus manos.
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Disciplina cordial
Un niño no aprenderá mucho sobre conducta mientras está gritando y llorando. Él (y tú) pueden verse muy beneficiados mediante técnicas diarias de prevención: estrategias que reducen las oportunidades de portarse mal. Por ejemplo, establece rutinas para que tu hijo se sienta con los pies sobre la tierra. Dale opciones para que sienta que tiene el control, tales como “¿quieres usar las pijamas rojas o azules?”. Adviértele antes de realizar una acción, por ejemplo: “Tenemos que irnos del parque en cinco minutos”.
Usa palabras positivas al hacer tus peticiones. Di, por ejemplo, “por favor, habla como un niño grande” en lugar de “deja de lloriquear”. Siempre que sea posible, usa afirmaciones positivas con las palabras “cuando” y “entonces”, en lugar de frases condicionadas, por ejemplo: “Cuando terminemos con la cena, entonces podemos salir”.
Cuando tu hijo se porte mal, recurre a la disección. Primero, comprueba si existe un problema subyacente, bien sea agotamiento, aburrimiento o hambre. En cuanto abordes esta necesidad, puede que el mal comportamiento desaparezca mágicamente.
De lo contrario, recurre a lo que la autora Elizabeth Pantley denomina una “bolsa de trucos”. Esta es una amplia colección que incluye juegos divertidos, distracción, redirección, validación y relajación. Puedes sacar un truco del sombrero — mejor dicho, de la bolsa de trucos — siempre que haga falta corregir la conducta de tu hijo.
Por ejemplo, si se rehúsa a bañarse, intenta hacer que la toalla le “hable” con voz juguetona. Si no funciona, puedes probar otra cosa, bien sea validación o redirección (“es difícil cuando tienes que hacer algo que no quieres. ¿Qué te parece si comprobamos qué tan rápido podemos terminar la tarea? Buscaré un reloj”).
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Disciplina positiva
Los niños se portan bien cuando se sienten apoyados y desarrollan el sentido de pertenencia. La mala conducta ocurre cuando los niños se sienten desanimados. Habla con tu hijo e intenta descubrir cuál es la causa detrás de su mala conducta. Por ejemplo, supongamos que tu hijo de 3 años se niega a llevar su plato al fregadero. ¿Tiene miedo de romper el plato? ¿Intenta llamar la atención? Quizá esto le brinda una sensación de poder, o puede que se sienta lastimado por algún evento pasado y esté intentando “vengarse” de ti.
En cuanto sepas la razón, bríndale el tipo de apoyo necesario y busca una solución. Por ejemplo, si se siente impotente, puedes motivarlo diciendo: “Tenemos que limpiar la mesa. ¿Puedes ayudarme a pensar cómo hacerlo?”.
Dentro de la disciplina positiva, la mala conducta es vista como una oportunidad de aprendizaje, y los niños deben participar activamente en la búsqueda de una solución. No tiene nada de malo que el niño participe en buscar la solución (de hecho, es preferible). Por ejemplo, si tu hijo de 8 años derrama refresco en el sofá y ambos deciden que la solución es que él limpie la mancha con vapor (usando su mesada para pagar el alquiler del limpiador a vapor), puede que disfrute de esta tarea. Esto no significa que seguirá derramando refresco en el sofá para así poder usar el limpiador a vapor. Significa que está aprendiendo a asumir la responsabilidad de un error cometido (e incluso mejor, está comprometido con su propio aprendizaje).
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Entrenamiento emocional
Cuando los niños pueden reconocer y entender sus propios sentimientos, pueden tomar mejores decisiones. Puedes enseñarle a tu hijo a hacerlo, y esto ayudará a reforzar la conexión entre ustedes.
Conoce tus propios estándares con respecto a lo que es una conducta aceptable o no. Asegúrate de comunicárselos a tu hijo con franqueza y háblale sobre algunos sentimientos que podría experimentar en ciertas situaciones.
Por ejemplo, si en ocasiones pasadas ha golpeado a otros niños y está por recibir una visita de sus amigos, podrías explicarle que la situación podría abrumarlo un poco. Sugiérele que si comienza a sentirse frustrado, puede ir a su habitación a tener un momento de tranquilidad, pero golpear a los otros niños es inaceptable.
Adquiere la habilidad de la empatía. Esto significa ponerse en los zapatos de tu hijo: ¿Cuáles son los “verdaderos sentimientos” detrás de su comportamiento? Reflexiona al respecto y comunícaselo: “Es muy frustrante cuando queremos algo con muchas ganas y no podemos tenerlo. Apuesto a que te sientes muy decepcionado en este momento”.
Cuando tu hijo siente que lo entiendes, confiará en ti. Dentro de este contexto de confianza, te prestará atención cuando le enseñes sobre decisiones responsables. (“No podemos comprar golosinas cada vez que las veamos. Las golosinas en exceso no son buenas para nuestro cuerpo”).
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Modificación del comportamiento
El refuerzo positivo ayuda a los niños a aumentar la buena conducta y el refuerzo negativo reduce la mala conducta. Este enfoque es similar a la disciplina fundamentada en límites, porque enfatiza límites claros y los respalda con consecuencias. Sin embargo, en la modificación del comportamiento, se hace mayor hincapié en las advertencias y recompensas.
Usa advertencias para ayudar a tu hijo a asumir la responsabilidad de detener la mala conducta por su cuenta. Por ejemplo, si tu hijo está discutiendo contigo porque le dijiste que no podía comer galletas antes de la cena, no inicies una contienda. Dile que deje de discutir sobre el tema, y que esa es su primera “advertencia”. Si persiste, dale una segunda advertencia, y si no se detiene, pídele con calma que se tome un “tiempo fuera” (este tiempo fuera debería ser breve, no más de unos pocos minutos).
Para las ofensas más “graves”, piensa en una consecuencia alternativa al “tiempo fuera”. Por ejemplo, si tu hijo no deja de molestar al perro y ya está lo suficientemente mayor para entender que no está bien, podrías prohibirle ver televisión por un par de días.
Las recompensas motivan a tu hijo a portarse mejor. Esto podría referirse a algo tan simple como un elogio. En algunas instancias podría resultar conveniente crear un sistema de tablas con recompensas más tangibles. Por ejemplo, por cada mañana que tu hijo esté listo puntualmente para ir a la guardería, obtendrá una estrella en su tabla. Cuando acumule 5 estrellas, recibirá un obsequio.
Por supuesto, estas breves descripciones dejan mucha tela que cortar. No debe malinterpretarse que la disciplina fundamentada en límites no incluye técnicas preventivas, pues sí lo hace. Y la disciplina cordial incluye la aplicación de consecuencias.
De hecho, todos estos estilos tienen cosas en común. Las diferencias giran principalmente en torno al aspecto enfatizado por cada enfoque. Piensa en los colores primarios: rojo, azul y amarillo. No tienen elementos en común. Las filosofías de la disciplina se parecen más a los colores secundarios (naranja, morado, verde), los cuales están compuestos por una mezcla de tonalidades distintas. Puede que algunos tengan un toque más rojizo, y puede que otros tengan azul en mayor cantidad. ¿De qué color será tu estilo de disciplina?
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