“¡Voy a contar hasta tres y más te vale venir aquí antes de que termine! Uno, dos, dos y medio, dos y tres cuartos …” ¿Podría ser usted con su hijo?

Conseguir que los niños aprendan a comportarse es una de las tareas más importantes, confusas y difíciles que tenemos como padres. Cuando su hijo intente llamar la atención, recuerde que probar los límites de sus padres es el trabajo de los niños.

No siempre es fácil, pero hay algunas formas de ayudar a su hijo a comportarse sin tensión. Puede empezar recordando que los niños pequeños responden mejor a mensajes positivos. En vez de “No corras,” pruebe con “Por favor, camina.” También es importante que intente responder siempre de la misma manera. Gritar a los niños un día por portarse mal y después sobornarlos para que paren al siguiente solo sirve para confundirlos. Así no conseguirá que se porten como usted quiere.

Aquí tiene tres formas para conseguir que su hijo se porte mejor.

1. El soborno

El problema: Está en el supermercado y parece que va a conseguir esperar en la cola y llegar a la caja sin que sus hijos monten una escena. Pero de pronto un niño empieza a pedir un dulce. El otro grita que ¡odia, odia y odia! esos repugnantes cereales saludables que usted va a comprar. Para callarlos, compra un dulce a cada uno. ¡Y se acabaron los llantos! Hasta la próxima vez.

Sí, seguro que los sobornos son rápidos y fáciles, y muchas veces consiguen detener una escena de llantos y protestas, pero la paz que compran no es duradera. Son únicamente una solución a corto plazo. A la larga los sobornos enseñan a sus hijos que pueden portarse mal y recibir una recompensa por hacerlo.

Pruebe esto en su lugar: Cuando vayan al supermercado recuerde a sus hijos para qué van: para comprar solo las cosas que están en su lista de la compra. Una vez dentro, asigne a sus hijos la tarea de ayudarle a encontrar los productos que necesita y tacharlos de la lista (este truco tiene la ventaja de que además les enseña a planear y refuerza su lectura y escritura). Si dicen que tienen hambre y piden dulces a gritos, dígales que estará encantado de comprarles una banana o una manzana.
Si se portan como angelitos durante todo el trayecto, acuérdese de felicitarlos. “¡Me ha encantado lo bien que se han portado en el supermercado!” Muchas veces estas palabras son todo lo que los niños necesitan para portarse bien la próxima vez (¡y es más barato y saludable que un dulce!). Si quiere darles algo más que una felicitación, piense en algo que no sea un juguete o un dulce. Un viaje al parque o un cuento más cuando estén en la cama les hace llegar el mensaje de que portarse bien tiene recompensas especiales.

2. Los gritos

El problema: ¿Alguna vez ha gritado a su hijo “¡Cállate de una vez!”? Parece bastante absurdo gritar para pedir silencio, ¿verdad? Cuando los niños nos aprietan las tuercas — algo que muchos ya saben hacer bien cuando están en kindergarten — hasta los padres más pacientes pueden perder los nervios, pero al final los gritos casi nunca funcionan. Los niños no escuchan las palabras que estamos diciendo, solo el enojo. Aún peor, después de nuestros gritos pocas veces cambian su comportamiento (y usted se siente como un monstruo al ver el pánico en la mirada de su hijo).

Pruebe esto en su lugar: Si está tan enojado que siente ganas de gritar, haga todo lo que pueda por alejarse del conflicto. Esto es más fácil de decir que de hacer, pero puede usar una palabra especial para obligarse a pensar antes de empezar a gritar (“para” suele funcionar), o contar hasta 10 antes de abrir la boca (si llega hasta 10 seguramente se le hayan pasado las ganas de gritar). También es buena idea salir de a habitación un minuto para tranquilizarse. Cuando vuelva a entrar, dígale a su hijo con calma por qué está enfadado: “Te pedí que recogieras tus juguetes antes de salir a jugar.” Después dígale lo que quiere que haga: “Recoge tus juguetes ahora. Cuando termines puedes salir a jugar.”

3. Cuando no mantenemos los castigos

El problema: “Si no apagas la televisión ahora mismo, no vas a poder verla el resto de la semana. ¡Te lo digo muy en serio!” ¿De verdad? A menudo amenazamos con castigos que no cumplimos y nuestros hijos lo saben. El resultado es que no se toman el castigo prometido en serio.

Pruebe esto en su lugar: Intente pensar en las consecuencias que va a tener el mal comportamiento de su hijo antes de anunciarlas. Y asegúrese de que es un castigo que podrá mantener. (¿De verdad quiere que toda la familia se pierda la fiesta del 5 de Mayo?) Una vez que empiece a mantener sus amenazas, su hijo aprenderá a tomarlas en serio. Recuerde: las cortas y sencillas son las más efectivas. “Si terminas tu cena, podrás tomar postre. Si no, no hay postre.” Corto y sencillo.