“¡Hola chicos, al fin estoy en casa!”.

Llegas a casa después de un largo día en el trabajo, saludando a tus hijos con una enorme sonrisa.

“¡Estoy tan feliz de verlos a todos!”.

Solo hay silencio. Nadie te mira. Todos están encorvados, hipnotizados por un dispositivo.

Tu hija adolescente Elena está enviando mensajes de texto sin parar. Daniel, tu preadolescente, está ametrallando a los maleantes en sus videojuegos. Teresa, una niña de cinco años, mira fijamente un video de YouTube de un episodio de Annoying Orange en la pantalla resplandeciente.

“¡He perdido a mis hijos! ¡Esos dispositivos que engullen la mente les han lavado el cerebro!”.

Te sientas. Respiras profundamente. Y para relajarte, te metes al Facebook y te pones al día con tu correo electrónico. De repente, te has unidos al resto de zombis hipnotizados…

Tanto tiempo frente a la pantalla

Hoy en día estamos todos conectados, interactuando incesantemente con nuestros dispositivos digitales. No te preocupas por tus propios hábitos porque eres un adulto, pero te preocupas por la posibilidad de que tus hijos sufran efectos secundarios perjudiciales. Cuando eras joven, los dispositivos que hoy existen apenas podían imaginarse. Hoy en día, los niños pasan siete horas al día, en promedio, en algún tipo de dispositivo electrónico, según la Academia Estadounidense de Pediatría, y el 97 por ciento de los adolescentes de 12 a 17 años juegan juegos digitales.

¿Están en peligro los cerebros de los niños?, ¿o no? Si los juguetes tecnológicos son dañinos para la mente, ¿por qué son tan felices nuestros niños usándolos? Pero si se los quitamos, nuestros hijos se vuelven locos… ¡como si fueran adictos!

Para descubrir el impacto que esto tiene en los cerebros de nuestros pequeños, hemos realizado una observación más detallada de esta investigación.

Lo positivo de los videojuegos

Los videojuegos vienen en muchas formas seductoras, pero solo unos pocos subgéneros han sido examinados de cerca para medir sus efectos en el cerebro.

La Dra. Daphne Bavelier, científica que estudia el cerebro en la Universidad de Rochester y la Universidad de Ginebra, ha investigado exhaustivamente los juegos donde “la persona representada por su personaje dentro del juego le dispara a los demás personajes”, como en el videojuego Call of Duty. Su investigación encontró que los cerebros de los jugadores muestran actividad en múltiples regiones cerebrales, lo que indica numerosos y sorprendentes beneficios visuales-espaciales en áreas como la percepción, la atención, facilidad al cambiar de tareas, la rotación mental, la plasticidad cerebral, el aprendizaje, la memoria a corto plazo, la agudeza visual, la sensibilidad al contraste y los procesos de decisión perceptiva.

Los investigadores italianos, polacos y holandeses están de acuerdo con los hallazgos de la Dra. Bavelier. En un estudio del año 2013, por ejemplo, los investigadores encontraron que estos participantes del juego mostraron una mentalidad más flexible y un tiempo de reacción más rápido que los no jugadores.

Pero espera un momento: ¿Son este tipo de habilidades visuales-espaciales útiles para alguien más que no sea un futuro asesino? Sí. Muchas carreras como la ingeniería, las matemáticas, las ciencias naturales, la economía, la arquitectura, el arte y el diseño, requieren la inteligencia ocular que desarrollan los videojuegos.

La cirugía médica, por ejemplo, requiere destreza visual-espacial. Andrew Wright, profesor de cirugía en la Universidad de Washington, es un cirujano quien dice ser “fan de los videojuegos” los cuales calman sus nervios y dedos al jugar a Assassin’s Creed. Según Wright, “los jugadores tienen un nivel más alto de la función de ejecución. Tienen la capacidad de procesar información y tomar decisiones… en una fracción de segundo”. Al comparar los juegos (donde su personaje le dispara a los demás personajes) con las salas de operaciones tensas, Wright señala que ambos tienen un “sentido de vida y muerte y urgencia”.

De hecho, muchas tareas diarias modernas, como leer mapas, conducir en tráfico pesado, empacar objetos y orientarse en un entorno nuevo (como una escuela o un edificio de oficinas) exigen inteligencia visual y espacial.

Las niñas y los videojuegos

Dos habilidades visuales-espaciales (la atención y la capacidad de rotación mental) están más desarrolladas en los hombres que en las mujeres. Muchos investigadores creen que esto les proporciona a los niños una ventaja en matemáticas e ingeniería. ¿Quieres que tu hija se ponga al día? Un sorprendente estudio de la Universidad de Toronto sugiere que “una capacitación de solo 10 horas con un videojuego de acción” disminuye o elimina la desventaja femenina.

No todos los expertos tienen la misma opinión

El psicólogo Craig A. Anderson, quien tiene una opinión desfavorable de los videojuegos, realizó un estudio en el año 2010 que muestra un vínculo entre la exposición a los videojuegos violentos y el aumento del comportamiento agresivo, así como la disminución de la empatía entre los jugadores. Barbara J. Wilson, de la Universidad de Illinois en Urbana-Champagne, concluyó en un estudio del 2008 que la exposición a videojuegos violentos, como la exposición a la televisión violenta, puede contribuir al comportamiento agresivo. Y la investigación dirigida por el Dr. Jordan Grafman, del Instituto Nacional de Salud, y publicada en la revista especializada Oxford Journal, sugiere que en los niños expuestos a videojuegos violentos la sensibilidad se redujo porque las respuestas emocionales se ven entorpecidas. Según Grafman, su investigación indica que “la exposición continua a videos violentos hará que un adolescente sea menos sensible a la violencia, que tolere más la violencia y sea más propenso a cometer actos agresivos”. Aún más perturbador es un informe del año 2014 que encontró que los jóvenes que habían jugado videojuegos violentos el año anterior, fueron cuatro veces más propensos a reportar que habían llevado un arma a la escuela.

Pero algunos investigadores no están de acuerdo. El psicólogo Christopher J. Ferguson, de la Universidad Stetson, cree que los datos de los estudios que relacionan los videojuegos y la violencia se han analizado de manera inadecuada. Sostiene que esta investigación ignora factores sociales importantes (como el estado de salud mental y el entorno familiar) que pueden desencadenar la violencia, y simplemente le atribuyen toda la culpa a los juegos. Su propia investigación respalda la conclusión de que factores como la depresión, los rasgos de personalidad antisocial, la exposición a la violencia en la familia y la influencia de los compañeros son mucho más propensos a desencadenar un comportamiento agresivo que los videojuegos.

¿Qué daño causan los videojuegos?

Los videojuegos, ¿arruinan la visión, entorpecen los lapsos de atención y el control sobre los impulsos? De hecho, sucede lo contrario, según Bavelier, una científica que estudia el cerebro. Ella señala evidencia que muestra que los juguetes tecnológicos entrenan al cerebro para ver mejor. Los videojuegos tampoco conducen a la distracción, afirma. En contraste, pueden mejorar la atención. El estudio italiano, polaco y holandés del año 2013 también observó que el control de los impulsos de los jugadores no sufrió daños por la afición a los videojuegos.

Alternativas menos violentas

Si no te gustan los videojuegos violentos, o si tienes niños pequeños para los que no son apropiados, existen otras opciones. Intenta dirigir la atención de tus hijos a juegos de “estrategia en tiempo real”, como Civilization, Risk, Age of Empires y StarCraft.

Pero ten cuidado: la presencia de las armas también se esconde dentro de este género. Pero es mucho más sutil, con más énfasis en otras actividades menos letales, como la exploración y la construcción de edificios. Mientras tanto, obtienes el regalo que cada padre quiere para su hijo: el desarrollo cognitivo. Un estudio del año 2013 de la Universidad Brock en Canadá encontró que los estudiantes que jugaban videojuegos estratégicos informaron que los juegos aumentaron sus habilidades para resolver problemas y que estas habilidades mejoradas los llevaron, a su vez, a mejores calificaciones. Un estudio realizado en Corea del Sur en el año 2013 que realizó escaneos cerebrales en los jugadores profesionales de Starcraft de esta nación, descubrió un mayor grosor cortical en tres regiones del cerebro y concluyó que “jugar juegos en línea a largo plazo está asociado con… la flexibilidad cognitiva“. (Consejo: las propiedades tridimensionales de Starcraft II estimulan cuatro regiones cerebrales que no experimentan ninguna mejora cuando se juega Starcraft I, que es bidimensional).

Dos videojuegos estratégicos adicionales recomendados por el psicólogo Christopher Ferguson incluyen los videojuegos LEGO (para mayores de 6 años) y Europa Universalis, los cuales Ferguson admira por su “alta carga cognitiva“.

Si quieres un juego 100 por ciento pacífico, prueba Tetris, el juego de acertijos donde se deben colocar los bloques en su lugar y donde los jugadores usan su inteligencia en lugar de disparar balas. Investigadores japoneses informaron que Tetris, practicado 15 minutos al día, cinco días a la semana durante cuatro semanas, contribuyó a la mejora en las habilidades de atención y capacidad visual y espacial.

Un tercer género que puede mejorar la inteligencia son los juegos open world (un mundo virtual en el que el jugador puede explorar y abordar objetivos libremente) como Minecraft, la sensación sueca que ha vendido 35 millones de copias. Minecraft Education ayuda a los maestros a usar el complejo y cautivador juego para enseñar materias como física, geografía e idiomas.

¿Son adictivos los videojuegos?

Esta es una preocupación para muchos padres. “Cualquier cosa que estimule el placer puede ser adictiva para un segmento muy pequeño de la población”, según Ferguson. “Algunas personas tienen dificultades para regular sus centros de recompensa en el cerebro y equilibrar las recompensas a corto plazo con las consecuencias”. Ferguson sostiene que la adicción patológica a los juegos afecta al 3.1 por ciento de la población, lo cual es menor que el abuso de alcohol entre los niños de edades comprendidas entre los 12 y los 17 años y mucho menor entre los niños mayores de 18 años. “Los padres deberían estar preocupados por eso”.

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