La primera vez que se metió en problemas, “Z”, de siete años de edad, le dio una patada a su maestro —lo que le generó más problemas.

Unos meses más tarde, poco después de que su abuelo muriera, volvió a golpear a su maestro.

En muchas escuelas en todo el país, donde las políticas de tolerancia cero conceden poca flexibilidad para entender por qué un niño se está comportando mal, Z habría sido suspendido, expulsado o incluso arrestado.

Así era como la escuela distrital de Z, en el Condado de Broward, Florida, había operado durante años — imponiendo políticas de tolerancia cero y arrestando o suspendiendo a los niños (la mayoría de ellos estudiantes de color, y a menudo tan jóvenes como Z) con mucha más frecuencia que cualquier otra escuela distrital en el estado.

Por una parte, está claro que una política de tolerancia cero tiene sentido. Después de todo, las escuelas no pueden ser lugares seguros si se permite que los estudiantes golpeen a los maestros. Se debe mantener el orden. ¿Qué es más rotundo que decir que no se va a tolerar el mal comportamiento?

Pero por otra parte, cada niño es diferente, y los estudiantes necesitan el tipo de apoyo adecuado para poder aprender y crecer. Diferentes tipos de niños traen con ellos diferentes tipos de problemas a la escuela, y el castigo rara vez es la mejor manera de ayudar a un niño que lo que necesita es cariño y apoyo.

La clase o el juzgado

Castigar severamente a los niños no ayuda en nada a su habilidad para tener éxito académico, y las estadísticas muestran que en realidad contribuye a abrir más la brecha educativa. Los estudiantes que han sido suspendidos pasan menos tiempo en clase, lo cual tiene relación con notas más bajas en los exámenes y con mayores tasas de apatía y de deserción escolar.

En vez de suspenderlo, colocaron a Z en un Programa de Cambio de Comportamiento organizado por el distrito, donde profesionales calificados enseñan a los niños a manejar sus emociones y a tomar mejores decisiones. Su madre siente un gran alivio: Z aún tiene la posibilidad de ser quien quiera ser en el futuro, explica.

Esta distinción —mantener a los niños en la clase y fuera del juzgado— es lo que el superintendente Robert Runcie, del Condado de Broward, y un número creciente de líderes escolares en todo el país dice que puede marcar la diferencia entre colocar a un niño como Z en el camino hacia el éxito o, por el contrario, en el camino hacia la cárcel.

Hoy en día, éste es un gran reto para las escuelas americanas —cambiar la forma en que los adultos responden a la conducta de los estudiantes, particularmente de los estudiantes de color. Considere esto: Hoy en día, las escuelas públicas americanas suspenden aproximadamente a tres y medio millones de niños al año —más del doble que en los años setenta —y un cuarto de millón de niños es referido a la policía para su arresto.

Cada año.

Aún peor, los educadores suspenden a más del doble de estudiantes de color que a estudiantes blancos —aun cuando las estadísticas muestran que un estudiante suspendido o expulsado tiene tres veces más probabilidad de entrar en contacto con el sistema de justicia juvenil al año siguiente.

“Cuando los adolescentes experimentan una injusticia en cualquier contexto,” explica Phillip Goff, profesor de la UCLA, “más adelante terminan por cometer crímenes mucho más a menudo, sin importar qué probabilidad tenían desde del principio de estar implicados en un crimen.” Es una estadística que da mucho qué pensar. Significa que podemos demostrar que la injusticia causa criminalidad.

“Cuando se expone a los jóvenes a una injusticia, pierden la esperanza de que actuar dentro de las normas y trabajar duro vale la pena. Empiezan a creer más y más que vivimos en un mundo donde la meta es simplemente sobrevivir —y cuando enseñamos esto, aun de forma implícita, no deberíamos asombrarnos de que la disciplina se convierta en un problema.”

Justicia restaurativa

La buena noticia es que más y más escuelas están haciendo caso a los consejos de los expertos como Goff, y están adoptando programas de justicia restaurativa — enfoques alternativos en lo que concierne a la disciplina en las escuelas.

Los programas de justicia restaurativa proporcionan una manera de reparar el daño que se genera entre las personas cuando surge un conflicto. Lo que muestran estos programas es que cuando las víctimas, los delincuentes y los miembros de la comunidad se reúnen para decidir cómo arreglar el problema, y lo hacen bien, los resultados pueden ser transformadores.

Esto es lo que ocurre en Oakland, California. El distrito escolar de la ciudad consta aproximadamente de un 75 por ciento de estudiantes que no son blancos y el 75 por ciento de los estudiantes cumplen con los requisitos del programa de almuerzo gratis y se han experimentado muchos problemas de disciplina y violencia. Sin embargo, en el 2012, el distrito expandió su trabajo de justicia restaurativa, y ha experimentado una mejora.

Esto funciona así: en vez de suspender o expulsar a los estudiantes que se comporten mal, las escuelas con programas de justicia restaurativa coloca a los niños bajo la asesoría experta de un adulto —y a menudo de otros estudiantes— con la finalidad de resolver sus conflictos de forma pacífica, y, en el proceso, crear una comunidad más fuerte.

Howard Zehr, un distinguido profesor de la Universidad de Eastern Mennonite, al que se considera como el “abuelo de la justicia restaurativa”, lo explica de la siguiente manera: Normalmente, las cuestiones que los sistemas tradicionales intentan abordar, son: ¿Qué reglas o leyes se incumplieron? ¿Quién las incumplió? ¿Qué se merecen?

En cambio, la justicia restaurativa (JR) pregunta un tipo de cuestiones diferentes: ¿Quién ha sido dañado? ¿Qué necesita esta persona? ¿Quién tiene la obligación de encargarse de estas necesidades y remediar el daño causado?

Los resultados positivos de la mediación pacífica

Los estudiantes ahora piden un círculo, explica un empleado escolar de Oakland. “En vez de darse a puñetazos, se detienen y piden que se medien (los conflictos) hablando de forma pacífica. y esto es algo muy bueno”.

Aún mejor, está funcionando. Según un informe de Septiembre del 2014 que el distrito entregó a la Oficina de Derechos Civiles del Departamento de Educación de los Estados Unidos:

  • Más del 88 por ciento de los maestros informó que las prácticas restaurativas fueron muy, o de alguna manera, útiles en la gestión de conductas difíciles en las clases.
  • Más del 47 por ciento informó que la JR ayudó a reducir las remisiones a la dirección, y un 53 por ciento dijo que ayudó a reducir las remisiones disciplinarias en estudiantes afroamericanos.
  • Las suspensiones han disminuido significativamente —y más significativamente para los estudiantes afroamericanos suspendidos por alteración del orden y/o el desafío a la autoridad, han disminuido un 40 por ciento.

¿Qué está pasando en su escuela?

Sabiendo esto, a continuación le presentamos algunas preguntas que puede hacer a los líderes de la escuela de su hijo.

  • “¿Cuál es el enfoque acerca de la disciplina? ¿Tienen una política de tolerancia cero en la escuela?” (Y, si la tienen, ¿están dispuestos a considerar explorar un programa de justicia restaurativa?)”.
  • “¿Cuáles son las estadística disciplinarias de la escuela?” “¿Con qué frecuencia suspenden a los estudiantes?” “¿Con qué frecuencia se comportan los niños de forma violenta?”.
  • “¿Cómo están ayudando a los niños a desarrollar las habilidades que necesitan para manejar sus emociones y tomar mejores decisiones en sus interacciones con otras personas?”.
  • “¿De qué manera se instruye a los maestros para que sean más sensibles a las diferentes necesidades culturales de sus estudiantes?”.

La clave para un entorno escolar seguro y sano tiene menos que ver con los niños —y más que ver con los adultos. El enfoque que adopten acerca de la disciplina los administradores, maestros y otros adultos en la escuela puede marcar la diferencia. Como lo explica el superintendente del Condado de Broward, Robert Runcie, “No se trata de mejorar la conducta del estudiante, si no de cambiar la manera en que los adultos responden a la conducta del estudiante”.