Lucía González se graduó segunda de su clase en la escuela East Palo Alto. En una ciudad donde solo el 7 por ciento de los adultos terminaron la educación secundaria y donde el 64 por ciento de los estudiantes latinos y el 71 por ciento de los estudiantes afroamericanos no están preparados para la universidad, las expectativas son bajas. “La gente me elogia porque soy la excepción, porque no quedé embarazada en la escuela secundaria, porque no me echaron,” dice Lucía. Ella no cree que la deberían elogiar; explica que simplemente las expectativas eran diferentes en su familia.

Los padres de González no fueron a la universidad. Su padre trabaja en un restaurante y su madre limpia casas. Ellos querían una vida mejor para su hija. “Como somos de clase obrera, la gente nos menosprecia y son groseros con nosotros”, explica González. La universidad se convirtió en un sueño que sus padres le transmitieron. “No había duda alguna de que iría a la universidad.”

Sus padres se aseguraron de que asistiera a una escuela secundaria que prometía ofrecer clases preparatorias para la universidad. Su pequeña escuela autónoma, la East Palo Alto Academy, se enfoca en aportar los requisitos A-G, los 15 cursos que los estudiantes de secundaria necesitan para poder entrar a las universidades públicas de California. González hizo exactamente lo que se esperaba de ella y lo hizo bien —lo suficientemente bien para obtener una beca completa.

Aun así, su perfil, con altas probabilidades de triunfar, cambió cuando llegó a la universidad. En la Universidad Loyola Marymount, una escuela privada de tamaño medio en el Sureste de California, se enfrentó a obstáculos en los que nunca había pensado.

Hacerlo por cuenta propia

El primer obstáculo: el choque cultural. El campus, con cerca de 9.000 alumnos, la mayoría de raza blanca de familias acomodadas, introdujo a González a una nueva e incómoda realidad. Como persona latina de familia obrera que creció en una ciudad mayoritariamente hispana y con bajos recursos económicos, González estaba acostumbrada a rodearse de amigos y familiares que compartían valores y experiencias similares. De repente, se sintió sola, y diferente de la gente que la rodeaba.

“Me comparaba con muchos de los estudiantes del campus, específicamente con los que provenían de familias de raza blanca,” explica González.

El aislamiento y el choque cultural que Lucía experimentó es muy común. Según un sondeo de la UCLA, solo el 20 por ciento de los estudiantes que asisten a universidades públicas o privadas son estudiantes de primera generación. De estos, cerca de un 50 por ciento son estudiantes de bajos recursos, lo cual los sitúa en minoría dentro de la población estudiantil.

“Existe una división social sobre la que nadie quiere hablar”, explica Sylvia Hurtado, profesora en la UCLA que estudia cómo los estudiantes de diversas familias, incluidas las familias de bajos recursos y las de primera generación, se adaptan a la universidad. Sentir que no pertenecen, en cosas que van desde la forma de vestir hasta el historial familiar, puede causar estrés y ansiedad en los estudiantes universitarios de primera generación.

El choque cultural que González experimentó se incrementó aún más a causa de las limitaciones económicas de su familia. “No contaba con familiares en el área,” recuerda González. “Mis padres no me podían llevar a la universidad. Así que me mudé por mi cuenta, y me instalé yo sola.” González es una estudiante universitaria de segundo año y sus padres aún tienen pendiente visitar el campus universitario, debido al costo que les supone la visita.

No del todo preparada para la universidad

La escuela secundaria había resultado fácil para González. Entregaba los trabajos a tiempo y sacaba “A” en sus tareas. Pero las clases no eran lo suficientemente exigentes para ella. Explica que había tantos niveles académicos diferentes en sus clases que los profesores se centraban principalmente en ayudar a los estudiantes con problemas.

Esto resultó en una gran desventaja cuando llegó a la universidad. Se sentía insegura acerca de sus habilidades matemáticas porque no había tenido ocasión de estudiar matemáticas avanzadas en la escuela secundaria. Y se sentía mal preparada para la escritura y la lectura de nivel universitario. “Creo que no estaba capacitada para la cantidad de lectura y la cantidad de trabajos que tenía que escribir,” explica. “Era realmente abrumador, comparado con la escuela secundaria.”

Muchos de los compañeros de clase de González habían asistido a escuelas secundarias privadas caras y se habían beneficiado de cursos y tutores de Nivel Avanzado y de cursos preparatorios para la universidad. “Mi escuela secundaria no proporcionaba cursos de Nivel Avanzado; solamente teníamos uno: Español de Nivel Avanzado.” Lucía cree que la falta de cursos avanzados impidió que desarrollara las habilidades analíticas necesarias para la universidad.

González y sus padres asumieron que los cursos A-G la habían preparado para cualquier universidad que la admitiera, pero según Hurtado, A-G sólo garantiza la forma más básica de preparación universitaria. “Tener acceso a los Cursos Avanzados es muy importante para los estudiantes interesados en las universidades más selectivas,” explica.

La experiencia de González no es única. Un sondeo reciente de “Achieve” dice que aproximadamente el 50 por ciento de los estudiantes recién graduados de secundaria informan de la falta de preparación para el trabajo universitario.

González dice que hubiera deseado tener las agallas para haber hecho algo al respecto y haber pedido a sus maestros que le dieran tareas más exigentes. “Si las escuelas no ofrecen a los estudiantes el apoyo que necesitan, es la responsabilidad del estudiante demandar atención más específica.”

De forastera a líder

A diferencia de muchos estudiantes de primera generación, González fue capaz de encontrar el apoyo necesario para afrontar su difícil primer año universitario. Se conectó con una red universitaria de estudiantes universitarios que también son de primera generación, a través de un programa diseñado para ayudar a los estudiantes de primera generación a adaptarse a la vida universitaria. También buscó otros recursos y la ayuda académica individual que necesitaba. El programa “First to Go” en LMU le proporcionó orientación, apoyo académico y un mentor, lo cual ayudó a que pudiera concluir su primer año con éxito.

Ahora, González está intentando ayudar a la próxima clase de estudiantes universitarios de primera generación de su escuela para que no les sea tan difícil como fue para ella. Está iniciando su propia organización y un programa de orientación. En colaboración con varias oficinas en el campus, su grupo, Latinos Unidos para la Educación, trabajará con estudiantes de secundaria de primer y último año para ayudarles a solicitar lugar en las universidades. También ofrecerá información y recursos para padres sobre cosas como ayuda financiera.

En el núcleo familiar, a medida que su madre busca escuelas secundarias para su hermano de octavo grado, González tiene mucho que aconsejar. Su madre quiere que su hermano tenga una experiencia en la escuela secundaria mejor que la que tuvo su hija. ¿La sugerencia de González? Elegir una escuela secundaria que ofrezca una variedad de clases de Nivel Avanzado y tutorías individuales.

Ponga a su hijo en el camino hacia la universidad

Por cada estudiante exitoso de primera generación, hay bastantes estudiantes que se desmoronan bajo la presión y terminan por dejar la universidad. ¿Cómo puede ayudar a que su hijo entre a la universidad y permanezca hasta la graduación?

1. Valore su sueño. Si quiere que su hijo vaya a la universidad, comparta este sueño. Nunca es demasiado pronto para empezar a hablar sobre la educación universitaria como opción.

2. Cree un hogar apto para el aprendizaje. Asegúrese de que su hijo haga los deberes y que esté al día con las clases, con los reportes y con las reuniones de padres y maestros. Limite el tiempo de televisión, establezca rutinas y anime a su hijo a leer libros difíciles fuera de la escuela. Busque libros de ficción y no ficción. Pida recomendaciones a un maestro o a un bibliotecario. También puede utilizar esta lista como guía.

3. Guíe las pasiones de su hijo. Anímele a que se una a clubes con valores positivos o académicos. Un equipo de debate desarrollará múltiples habilidades útiles para la universidad y su carrera. González eligió trabajar en su comunidad enseñando asignaturas opcionales a través del programa extraescolar Citizen Schools. Al final eligió LMU, en parte porque su misión se acercaba mucho a sus propios intereses y creencias. También, anime a sus hijos a probar actividades o pasatiempos que pongan a prueba su mente y su cuerpo, como el ajedrez o la robótica.

4. Esté atento a las personas que pueden ayudar a que su hijo haga realidad sus sueños. Busque consejeros escolares, maestros acomedidos, y amigos o familiares que puedan actuar como mentores de su hijo. Póngase en contacto con profesionales en el ámbito en el cual su hijo ha mostrado interés. Un mentor puede ser cualquier persona: un estudiante de secundaria o universitario o un vecino que fue a la universidad. Cree una red de apoyo para hablar de las notas de sus hijos, tutores de ayuda o hable con sus maestros.

5. Enseñe a su hijo a quejarse cuando haga falta. Asegúrese de que su hijo aprenda a comunicarse con los maestros y el personal escolar si no se le estimula lo suficiente o si necesita ayuda adicional.

6. Si cree que su hijo no está lo suficientemente estimulado en el ámbito escolar, quéjese. En California, los requisitos de A-G son esenciales para acceder a las universidades públicas, pero pueden no ser suficientes para preparar a su hijo para el éxito universitario. ¿Existen clases de Nivel Avanzado o cursos de honor? ¿Hay clases disponible en línea o en las universidades comunitarias? ¿Hay maestros dispuestos a ofrecer trabajo extra si el curso resulta demasiado fácil para su hijo? Nunca lo sabrá a no ser que empiece a tener estas conversaciones.

7. Busque programas locales y nacionales que puedan ayudarle. Programas como GEAR UP, Upward Bound, y la Fundación Jack Kent Cooke pueden apoyar a su hijo en el camino a la universidad. Pregúntele a su hijo y a sus maestros; puede ser que conozcan otros programas locales.

8. Cuando busque universidades, intente encontrar aquellas que cuenten con programas pre-universitarios y personal que se centre en las familias y estudiantes de primera generación. Pregunte si hay grupos o clubes en el campus para estudiantes de otras razas o etnias que puedan ayudar a su hijo a encontrar una comunidad en su nuevo entorno.