Salir de la piscina porque aprender a nadar da demasiado miedo. Tirar el lápiz porque escribir es demasiado difícil. Estos son los momentos que ponen a prueba el alma de los padres: esos momentos llorosos y tempestuosos en los que los niños simplemente se rinden.

Si estos episodios son difíciles de presenciar para los padres, piensa en cómo se sienten nuestros hijos. Están intentando algo nuevo y difícil y, según ellos, están fracasando. En realidad, este es un momento ideal para orientarlos. Podemos ayudar a nuestros hijos a comprender que, por nuevos o difíciles que sean, los retos se superan con paciencia, práctica y esfuerzo.

“La perseverancia, o ética del trabajo, es uno de los rasgos más correlacionados con el éxito”, afirma la consultora en educación infantil Michele Borba, autora de The Big Book of Parenting Solutions. La perseverancia es algo que los niños necesitan para triunfar en la escuela y en la vida. Un artículo de 2007 del Journal of Personality and Social Psychology descubrió que la capacidad de perseverar puede ser tan esencial como el talento o el cociente intelectual para triunfar. ¿La buena noticia? La perseverancia es una virtud que puede enseñarse y aprenderse. Solo es cuestión de saber cómo ayudar a tus hijos y animarlos cuando se dan por vencidos.

Habla sobre la perseverancia

A los niños pequeños les beneficia oír hablar regularmente de la perseverancia. Así que enséñales distintas formas de hablar sobre la resolución de problemas: “No renunciaré”, “puedo hacerlo” y “siempre es más difícil la primera vez, pero después será más fácil”. Borba también sugiere idear un mantra familiar de “no te rindas”, explicando que las familias que mantienen una actitud general de “podemos hacerlo” tienden a afrontar los obstáculos y los errores con gracia e ingenio. Algunos mantras pueden ser: “Los errores no nos desaniman” y “¡somos una familia que no se rinde!”. Por último, cuéntale a tu hijo historias de tu propia vida o léele historias inspiradoras sobre cómo triunfar a pesar de los obstáculos. El libro clásico de lectura temprana de todos los tiempos que enfatiza el “puedo hacerlo” es La pequeña locomotora que sí pudo.

Resiste ir al rescate

Cuando vemos que nuestros hijos la pasan mal porque no tienen éxito, es tentador intervenir para mejorar la situación. Pero recuerda: aprendemos por ensayo y error. Al dejar que los niños puedan fracasar también les brindamos la oportunidad de experimentar el éxito por sí mismos. La próxima vez que tus hijos tengan un problema y te pidan que lo resuelvas, no lo hagas. En lugar de eso, siéntate y pídeles que piensen en una solución. Esto les da tiempo a tus hijos para calmarse y les enseña valiosas habilidades para resolver problemas. Y aunque sea tentador, cuando juegues con ellos (ya sea Candy Land o luz roja, luz verde) abstente de dejar que ganen solo porque se sentirán infelices si no lo hacen. Jugar limpio enseña la importante lección vital de que, en los juegos como en la vida, a veces vas a fracasar antes de ganar.

Cultiva una afición

Los niños que tienen una pasión aprenden el placer de practicar y mejorar en algo que les gusta, dice Borba. Apoya los intereses de tus hijos. Ayúdales a sacar libros de la biblioteca sobre los temas que les gustan. No solo están aprendiendo de primera mano la importancia de dominar algo mediante el esfuerzo, sino que también pueden estar preparándose para su vocación adulta.

Cuidado con los desencadenantes del “no puedo hacerlo”

¿Tus hijos parecen estallar en un momento determinado del día? A menudo, dice Borba, los niños de esta edad se frustran y abandonan una tarea simplemente porque están cansados, tienen hambre o necesitan tiempo para relajarse. Así que asegúrate de que tus hijos están bien alimentados, duermen lo suficiente y tienen la oportunidad de jugar antes de hacer sus tareas. Si les explicas que están fortaleciendo su mente y su cuerpo, los niños pequeños aprenderán a fortalecerse antes de enfrentarse a un reto.

Recuerda: los niños pequeños suelen explotar cuando no consiguen hacer algo bien. Evita recriminarles (“te dije que esto sería difícil”) o reaccionar con tu propio enfado, a veces justificable (“¡no me grites solo porque no puedes hacer el rompecabezas!”). Si pierdes la calma, aléjate un momento. Además, sugiéreles a tus hijos que se tomen un descanso y que vuelvan después de calmarse.

Recuérdales sus éxitos

“¡Nunca podré hacerlo!”. Lo más probable es que hayas escuchado de tus hijos este lastimero grito de derrota. En momentos así, haz que los niños sean los héroes de una historia. Recuérdales las veces en que tuvieron problemas para lograr algo, pero se enfocaron en la meta y triunfaron. “¿Recuerdas cuando te daba miedo empezar el preescolar, pero fuiste de todos modos y acabó encantándote e hiciste buenos amigos?”. Este tipo de palabras de ánimo suele ser justo lo que los niños necesitan para intentarlo una vez más. Y cuando tu hijo sea persistente, señálalo. “Seguiste escribiendo esos números aunque fue difícil. Deberías estar muy orgulloso”.