La idea de tener una conversación con un niño pequeño o un estudiante de preescolar podría ser graciosa para algunos adultos. Y es cierto que las “conversaciones” con niños pequeños son distintas, ya que son los adultos quienes hablan la mayor parte del tiempo (al menos al principio). Sin embargo, las investigaciones demuestran que tener una conversación — incluso con un bebé — es fundamental para el desarrollo del lenguaje de un niño.

¿Y a qué se refieren exactamente con conversación? Las mismas cosas que probablemente te molestan en conversaciones adultas son exactamente las que tu hijo necesita oír. Tus conversaciones consistirán en decir obviedades, ser repetitivo y hacer y responder tus propias preguntas. Por ejemplo, si tu hijo señala un camión en la calle, puedes crear una conversación diciendo algo como: “Sí, ese es un camión. Un camión grande. Un camión grande y rojo”.

Esto podría parecer absurdo, sobre todo si tu hijo no responde verbalmente. Sin embargo, los expertos en el desarrollo afirman que es esencial.

Las investigaciones demuestran que los niños necesitan escuchar unas 21.000 palabras al día. El simple acto de hablar con un niño lo ayuda a desarrollar no solo su vocabulario, sino sus habilidades lingüísticas, incluyendo la escucha, la memoria y el habla. Y más allá de las habilidades verbales a corto plazo, estas interacciones a temprana edad aumentan las probabilidades del niño de culminar tanto la escuela secundaria como la universidad. Los investigadores de la Universidad de Kansas, Betty Hart y Todd Risley, descubrieron que las habilidades lingüísticas que poseen los niños a los 3 años predicen las habilidades lingüísticas que tendrán a los 9 o 10 años. Y a su vez, tener buenas habilidades lingüísticas y de lectura a los 9 años preparará a tu hijo para tener un mejor desempeño en la escuela secundaria, la universidad y más allá.

Lamentablemente, no todos los niños escuchan la misma cantidad o calidad de palabras. Los psicólogos infantiles Hart y Risley realizaron un estudio durante dos años donde examinaron la forma en que los padres de distintos entornos socioeconómicos hablaban con sus hijos. Descubrieron que a los 3 años los niños de familias más pobres escuchaban unas 30 millones de palabras menos que los niños más adinerados.

Además, los padres más adinerados tienden a desarrollar las conversaciones iniciadas por los niños. Por lo tanto, cultivan una rica variedad de sustantivos, modificadores y verbos en pasado. Al mismo tiempo, los padres de bajos recursos tienden a hablar con afirmaciones y oraciones imperativas como “Te amo” o “Basta”.

¿Cómo superamos la brecha lingüística?

Desde el estudio de Hart y Risley, otros investigadores han confirmado la existencia de la brecha lingüística. Un estudio reciente de Stanford descubrió que a los 18 meses los niños de diferentes grupos socioeconómicos muestran diferencias drásticas en sus vocabularios.

Los gobiernos locales y estatales están intentando superar esta brecha con programas subsidiados. La ciudad de Providence, Rhode Island, puso a prueba Providence Talks, un programa que graba lo que el niño escucha durante unas horas cada semana y brinda asesoría individual personalizada a los padres de bajos recursos de acuerdo a las conversaciones que estos tienen con sus hijos. Los niños cuyas familias participaron en Providence Talks escucharon 1.191 palabras adicionales por día, y el programa ha sido celebrado como un éxito. El progreso fue más notable en los niños que iniciaron con un mayor retraso.

De manera similar, tras descubrir que el 70 por ciento de los estudiantes de cuarto grado de Georgia no dominaba la lectura, el estado lanzó la campaña Get Georgia Reading, la cual incluye la iniciativa Talk With Me Baby, una campaña que promueve el acto de hablarles a los bebés como una forma de “nutrición lingüística”. Y parte del objetivo del programa First 5 California es promover la concientización de los padres respecto a la importancia del lenguaje verbal para los niños. Hablar, leer y cantar a los niños desde el nacimiento estimula el crecimiento y desarrollo de sus neuronas.

¿Pedir esto es insensible o desconsiderado?

Puede que sea ignorante asumir que los niños de comunidades desfavorecidas tendrán éxito en la escuela y escaparán del ciclo de pobreza por el simple hecho de que los padres les hablen más y de una forma específica.

La periodista Emily Badger escribe en el Washington Post: “Ninguno de estos programas cambiará las circunstancias que enfrentan los padres de bajos recursos que contribuyen a la brecha lingüística. No resolverán los problemas de la madre soltera que no tiene tiempo para leer por las noches porque tiene dos empleos, o del padre que está demasiado preocupado por la factura de la calefacción como para ponerse a jugar al cucú”.

Tiene razón. Sin embargo, para algunos padres, saber que pueden fomentar las habilidades de lectoescritura de su hijo al conversar con ellos de regreso a casa o cantando en el baño podría ser empoderador y, definitivamente, vale la pena intentarlo.

¿Es posible decir 21.000 palabras al día?

¿Te preguntas cómo podrás expresar 21.000 palabras en un solo día (y hacerlo todos los días)? Es más fácil de lo que crees. Divídelas y cubrirás unas 2.000 palabras en 15 minutos de “conversación sustanciosa” durante un paseo al parque. Esto implica básicamente hacerle preguntas a tu hijo que requieran más que un “sí” o un “no” como respuesta y discutir lo que están observando y haciendo.

Si tu niño no dice mucho y parece que estás hablando solo, anímate: tu hijo te está escuchando. Se incentiva a los padres a narrar su día, verbalizando las cosas de una manera que impulse al niño a hablar y a prestar atención. Describe lo que haces y lo que observas. ¿Sigue pareciendo una tarea imposible? Aquí tienes tres estrategias para impulsar las conversaciones con tu hijo.

  1. Hazle preguntas abiertas a tu hijo.

    Las preguntas cerradas se pueden responder con un simple sí o un no, por lo que no logran promover el desarrollo del lenguaje. En vez de preguntarle a tu hijo “¿Quieres agua?”, intenta hacerle una pregunta que lo obligue a usar palabras más específicas: “¿Qué te gustaría tomar: agua, leche o jugo?”.

  2. Convierte las palabras de tu hijo en oraciones.

    Si tu hijo señala algún objeto, resiste el impulso de dárselo porque sabes que lo quiere. Permítele usar sus palabras. Cuando tu hijo diga “gua, gua” y señale algún objeto, dile: “Oh, ¿quieres agua?”, mientras le pasas el agua. Posteriormente, dile con intencionalidad: “aquí tienes el agua”. Al hacerlo, le demostrarás cómo usar oraciones.

  3. Incluye a tu hijo en las discusiones familiares.

    Incluye a tu pequeño en las conversaciones durante la cena, reuniones familiares y conversaciones familiares. El tiempo en familia es una excelente oportunidad para tener conversaciones significativas. Tu hijo puede mantener el contacto con familiares que viven lejos a través de videochat o llamadas telefónicas. Puede que no sea tan efectivo como una conversación en persona, pero sigue siendo una conversación. No tardarás en tener conversaciones con tu hijo que tengan sentido e incluyan más contenido que “gua, gua” y “camión grande”.

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