Un día en el parque, cuando mi hijo tenía casi 3 años, estaba jugando con uno de sus mejores amigos, un niño pequeño que le igualaba en energía y fuerza de voluntad. Se querían mucho, pero sus juegos bulliciosos a menudo desembocaban en peleas y lágrimas. Y, aun así, nunca lo vi venir.

“¡Mamá, mira!”. Mi hijo me mostró su brazo, que tenía dos pequeños arcos de diminutas marcas de dientes rojos. “Liam me mordió”, dijo, tembloroso. No estaba llorando, pero se le veía consternado.

Por qué los niños de preescolar muerden y golpean

En aquel momento, yo también estaba consternada. Sospechaba que a Liam le pasaba algo grave. Pero el maestro de preescolar Eric Wilson dice que golpear, e incluso morder, son comportamientos normales en la edad preescolar. Los niños pequeños suelen golpear o morder porque no tienen palabras para expresar sus sentimientos de rabia, frustración o miedo, aunque también puede ser el resultado de algo simple, como que un niño ponga a prueba sus límites, busque atención o incluso, de forma contraintuitiva, demuestre afecto.

“Solemos verlo en los niños más pequeños”, dice Wilson, que es director de Pacific Primary Preschool. “Empiezan en nuestra escuela a los 2 años y medio, y todavía están aprendiendo a comunicarse. Cuanto más puedan comunicarse, menos van a morder. Por eso es que lo hacen: no tienen palabras para expresar sus sentimientos”.

Laurel Schultz, pediatra del Área de la Bahía de San Francisco, cuenta que cuando su hijo era pequeño, solía morderla de vez en cuando al volver del trabajo, porque se alegraba mucho de verla. “Los niños se sienten abrumados por sus sentimientos y eso es normal, pero no por ello está bien”, dice Schultz.

Poner fin a morder y golpear

Si tu hijo golpea o muerde, apártalo y háblale utilizando un lenguaje sencillo. Dile algo como: “No muerdas. Las mordidas duelen”. Si dices estas palabras con expresión y pones cara triste para mostrarle a tu hijo que te duele, le ayudarás a establecer la conexión de que morder duele.

“Es la oportunidad perfecta para enseñarles habilidades sociales y emocionales”, dice la educadora para padres Nancy Gnass. Pregúntale a tu hijo cómo se siente y mira a ver si puedes ayudarle a encontrar palabras para expresarse verbalmente. Al ayudar a tu hijo a etiquetar sus emociones, le estás enseñando una alternativa a pegar o morder para la próxima vez, afirma Gnass.

Después, siéntate con tu hijo en silencio, manteniéndolo alejado de lo que haya provocado el golpe o el mordisco, para que tenga la oportunidad de calmarse. Es una forma de pulsar el botón de reinicio, indica Schultz. Ella subraya que la disciplina consiste en enseñar, no en castigar. Nunca debes pegarle ni avergonzar a tu hijo, dice Schultz. Cuando tu hijo esté tranquilo, puedes hablarle sobre el uso de las palabras y ayudarle a pensar en otras formas de expresar la frustración y resolver los problemas de una forma mejor, como pedir ayuda a un adulto.

En muchos casos, tu hijo volverá enseguida a la misma situación después de calmarse. Para que tu hijo se comporte mejor y no se frustre repetidamente, Gnass sugiere reorientar a tu hijo preescolar hacia un nuevo juguete o actividad.

Wilson dice que los maestros de Pacific Primary se toman en serio los incidentes de golpes y mordiscos. “Cuando esto ocurre, hablamos mucho con el niño”, añade. “Hablamos de respetar el cuerpo y los sentimientos de los demás y ayudamos a los niños a aprender a usar sus palabras. En algunos casos, hacemos que un maestro siga de cerca al niño, para que pueda actuar de inmediato antes de que vuelva a ocurrir”.

“Los niños en edad preescolar están aprendiendo las normas y tu trabajo como padre es enseñar a tu hijo lo que está bien y lo que no”, aconseja Schultz. Asegúrate de dar el ejemplo y modelar el comportamiento que te gustaría que utilizara y elógialo cuando lo haga. Prepárate para hacerlo una y otra vez, advierte Schultz: “Tendrás que enseñarles una y otra vez, porque así es como aprenden los niños”.

Afortunadamente, esa constancia debería dar sus frutos con relativa rapidez, según Wilson. “Para la mayoría de los niños, es una fase que no dura mucho”.