“¿Te lavaste las manos?”.

Pobres niños. Los padres siempre les recuerdan que se laven las manos una y otra vez. ¡Pero que les sigan recordando! Los científicos han demostrado que esta actividad merece repetirse: aproximadamente el 80 por ciento de todos los resfriados y la gripe se contraen a través de nuestros dedos. Así que la mejor (y más simple) forma de evitar las dolencias del invierno es enjabonar y frotar las lindas manos de tu hijo, pero llenas de gérmenes.

Investigadores en Dinamarca pusieron a prueba esta teoría con 652 niños de 5 a 15 años. Aproximadamente a la mitad se les enseñaron técnicas adecuadas de lavado de manos y se les pidió que se lavaran utilizando gel a base de etanol tres veces al día; los otros no hicieron esto. Los niños que se lavaron las manos perdieron 26 por ciento menos de días escolares y tuvieron 22 por ciento menos enfermedades.

Otro estudio de cerca de 6,000 estudiantes en 16 escuelas en Delaware, Ohio, Tennessee y California mostró una reducción del 19,8 por ciento en el ausentismo escolar cuando los estudiantes y maestros usaban gel desinfectante para manos con alcohol cada vez que ingresaban o salían de un salón de clases.

Para que sus manos estén realmente libres de gérmenes, los niños deben frotarse las manos, los dedos y las uñas (las grietas debajo de las uñas son un refugio para los microorganismos y parásitos, como los gusanos) durante 20 a 30 segundos, que es aproximadamente el tiempo que dura cantar la canción “Feliz cumpleaños” dos veces. Cuando termine de lavarse, asegúrate de que tu hijo se sequen las manos con toallas limpias. De lo contrario, simplemente se está re- contaminando.

¡En cualquier lugar menos la cara!

Con frecuencia, los niños se tocan la cara con las manos: se rascan y se frotan la nariz, la boca, los ojos y las orejas. Y cada vez que lo hacen, involuntariamente les están haciendo un gran favor a los gérmenes, llevándolos directamente a orificios vulnerables y que se infectan fácilmente.

Si bien puede parecer que la boca o la nariz son más susceptibles, son los ojos húmedos de nuestros niños los que corren mayor riesgo de absorber partículas virales. Para evitar el contacto con los gérmenes, intenta enseñarle a tu hijo a minimizar el frotarse los ojos y cerrarlos con fuerza o alejarse cada vez que alguien estornude o tosa cerca de él. Si tu estrella de rock quiere lucir lentes de sol todo el invierno, déjalo: los lentes son un escudo ideal contra los enemigos que se encuentran en el aire.
La sal es buena y no solo para dar sazón

¿Sabías acerca de los poderes curativos de la sal? Es un limpiador que mata gérmenes y quita infecciones. Una advertencia: es probable que estas soluciones basadas en sal no sean populares entre tus hijos. Sin embargo, aquí hay tres estrategias saladas para evitar la nariz tapada:

Lavado nasal: Un proyecto de investigación checo del 2008 probó el “lavado nasal” (pasando agua salada por la nariz de los niños) como un remedio. Los niños pequeños de 6 a 10 años de edad fueron tratados con medicamentos estándar solos o con medicamentos estándar más lavado nasal. Los resultados mostraron que el dolor de garganta, tos y congestión nasal y/o moqueo se redujeron masivamente después del lavado nasal, con aproximadamente la mitad de días de enfermedad y ausencias escolares.

Irrigador nasal: Un irrigador nasal es otra manera de irrigar los ocho canales sinusales de tu hijo. Es un tipo de tetera que le permite verter lentamente agua salada tibia en una fosa nasal para que fluya a través de la cavidad nasal y salga por la otra fosa nasal, limpiando el moco húmedo y seco y brindando protección antibacteriana contra las infecciones. (Sugerencia: use sal sin yodar: es menos irritante para las membranas sensibles y siempre use agua destilada, purificada o hervida y luego enfriada para evitar la ameba o parásitos que son una amenaza para el cerebro y que pueden habitar en el agua del grifo).

Gárgaras: hacer gárgaras con agua salada para prevenir el dolor de garganta es una práctica inteligente, de acuerdo con el Dr. Mark Moyad, autor del libro Dr. Moyad’s No BS Diet Health Advice. Otro respaldo que tienen las gárgaras: un estudio realizado en Japón en el 2005 concluyó que “esta prevención virtualmente sin costo beneficiaría a la población en general”.

Déjalo jugar bajo el sol

Una buena regla general: deja que las piernas de tu hijo corran libremente para que su nariz no pueda. Incluso cuando hace frío, insta a tu hijo a que corra y juegue, especialmente cuando el sol brilla a través de la nieve, la lluvia y la niebla del invierno. La luz del sol ofrece la poderosa vitamina D para combatir el resfriado y la gripe, que según un artículo del American Journal of Clinical Nutrition es muy superior a las vacunas para la prevención de la gripe porque activa nuestras células T protectoras. Un estudio realizado en el 2006 por el Hospital Estatal Atascadero informó que la vitamina D reduce las infecciones respiratorias en los niños y también aumenta la inmunidad. (Para esos días de invierno, fríos y con poca luz solar, mira cómo puedes agregar vitamina D de manera segura a la dieta de tu hijo).

El juego vigoroso también combate las infecciones virales y bacterianas porque el ejercicio estimula el sistema inmunológico y aumenta la producción de células T protectoras hasta en un 300 por ciento. Además, toda esa respiración profunda puede ayudar a despejar los conductos nasales de un niño, evitando que se congestionen.

Mantener el calor corporal

Beber bebidas calientes durante el invierno, envuelto en una manta sobre pijamas gruesas y calcetines cálidos es una receta segura y cómoda para la resistencia al resfrío y la gripe. ¿Por qué? En parte porque los pies de tu hijo están cubiertos.
Un estudio realizado en 2005 por el Centro de Resfriado Común de la Universidad de Cardiff del Reino Unido se propuso probar la noción tradicional de que el frío contribuye a resfriarse, y tuvieron éxito, al menos en parte. Los investigadores encontraron que los sujetos que tenían los pies en agua helada tenían más del doble de probabilidades de desarrollar un resfriado en los próximos cuatro a cinco días.

Mantener el calor corporal parece ayudar también. Un estudio de la Universidad de Viena de 1990 descubrió que los usuarios del sauna tienen menos probabilidades de resfriarse. Por supuesto, muy pocos niños tienen acceso (o están interesados) a un sauna, pero vale la pena duchar con agua caliente a los niños que parecen estar a punto de enfermarse.

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