En Estados Unidos, la escuela intermedia es considerada por muchos como los peores tres años en la vida de un niño. Sin embargo, estos tres años, intercalados entre la escuela primaria y secundaria, no fueron creados de forma equitativa. El principal candidato al peor año de la escuela intermedia, dentro de todo el caos cargado de hormonas y confusión es el séptimo grado, el annus horribilis de un preadolescente.

Tras haber sobrevivido a adaptarse a una nueva escuela con varios maestros en lugar de uno solo que tenían en sexto grado, los estudiantes de séptimo grado se ven inmersos en una nueva realidad incluso más inquietante. De la nada, y sin explicación alguna, sus padres resultan intolerables, sus maestros son severos e insensibles, y las únicas personas que los entienden son sus mejores amigos, quienes podrían ponerse en su contra en cualquier momento. A un fanático de Los Juegos del Hambre, de 12 años de edad, le puede parecer que todos quieren perjudicarlo.

“Me sentía como un animal siendo cazado”, recuerda una madre sobre su experiencia en séptimo grado. Debido a que no había sido víctima de acoso ni antes ni después de dicho grado, recuerda que el séptimo grado fue como una película de terror, con pasillos escolares tenebrosos, siendo perseguida por una pandilla de chicas y sintiendo que no había salida alguna. Su experiencia con el séptimo grado fue tan traumática que envió a su hija mayor a una diminuta escuela intermedia, donde pensó que a causa de los pocos estudiantes disminuiría el riesgo de que ocurriese acoso preadolescente.

¿De verdad es tan malo?

Seguramente, esto no es más que una exageración. Un cliché de la cultura pop sobre cómo es la escuela intermedia, ¿cierto? De hecho, la experta en preadolescentes Annie Fox, autora de Teaching Kids to be Good People, afirma: “Séptimo grado es terrible en realidad”. Fox, quien ha respondido preguntas para padres, preadolescentes y adolescentes desde 1997, se encuentra familiarizada con la realidad de lo que implica ser un estudiante de séptimo grado de 12 o 13 años. “Y el hecho de que sea terrible no es necesariamente nuevo”, señala Fox. Mientras el 1 por ciento de la población jura haber amado los primeros años de escuela intermedia, Fox asegura que para el 99 por ciento restante, séptimo grado suele ser un año donde los niños sienten como si el mundo estuviese de cabeza.

“Sin duda, séptimo grado es el peor año de todos”, concuerda Jennifer Powell-Lunder, una psicóloga de la Universidad Pace quien se especializa en el desarrollo preadolescente. Un niño que solía sentirse feliz y seguro de sí mismo en la escuela primaria podría verse abrumado por nuevos sentimientos de vergüenza, aislamiento, depresión y, en especial para las chicas, una pérdida de la autoestima. El motivo de ello, de acuerdo con Powell-Lunder, yace en un ataque violento y simultáneo de intensa presión social y académica.

Los estudiantes de séptimo grado también atraviesan intensos cambios cognitivos, físicos y emocionales que sacan a relucir contradicciones incómodas. Ya no son niños pequeños, pero tampoco grandes. Mientras los estudiantes de sexto y octavo grado reciben atención especial a medida que se adaptan a la escuela intermedia y se preparan para la secundaria, los estudiantes de séptimo grado se encuentran atrapados en un punto intermedio. “Los estudiantes de séptimo grado experimentan el síndrome del hijo del medio”, explica Powell-Lunder. “Ya no eres especial. Ya no eres tan lindo”.

En el plano del hogar, los estudiantes de séptimo grado tienden a alejar a sus padres, mientras necesitan desesperadamente de apoyo emocional y límites claros. Los padres deben enfrentar los impulsos contradictorios que hacen a los estudiantes de séptimo grado tan desconcertantes. La baja autoestima y el autoengrandecimiento suelen acumularse bajo la superficie, a medida que el niño intenta descubrir quién es y en qué cree. ¿El mayor agente de cambio? La pubertad, la cual se acelera para muchos niños (pero no para todos, lo cual puede producir una sensación de aislamiento) durante séptimo grado.

La pubertad: el mayor agente de desigualdad

Powell-Lunder explica que el éxito social de un estudiante de séptimo grado suele depender de la madurez física, lo cual resulta difícil cuando algunos niños lucen como si tuviesen 10 y otros como si tuviesen 16. Es un momento inoportuno para sufrir la humillación del acné, vello brotando de lugares nuevos y un torpe crecimiento corporal en el momento donde te sientes más avergonzado que nunca.

“No existe otra época, a excepción de los primeros dos años de vida, donde los niños atraviesan tantos cambios propios del desarrollo”, indica Powell-Lunder. Al igual que en los dos primeros años de vida, donde los niños caminan y hablan a distinto ritmo, al llegar a la adolescencia el desarrollo no es equitativo.
“Es posible que un niño sea diestro en el ámbito social y se fije en el sexo opuesto, mientras otro niño no presta la más mínima atención a ello”.

Es posible que los niños que aún no hayan alcanzado la pubertad sientan que han sido dejados atrás. Los chicos que carecen de destreza física suelen quedar relegados. En el caso de las chicas, la pubertad puede ser el mayor agente de desigualdad. “Durante séptimo grado parecen surgir distintos niveles de sofisticación, mucho más que en sexto grado”, indica Fox. “En séptimo grado, puede que algunas chicas ya hayan menstruado y la vestimenta se convierte en un signo de cuán genial eres y puede llegar a ser muy ajustada. Las chicas no entienden por completo el mensaje que transmiten al vestirse de dicha forma. Estas chicas de séptimo grado fuerzan los límites de la sofisticación y sensualidad”.

¿Qué tan terrible es tener 12 y 13 años?

Dentro de este mar de cambios, las relaciones entre los compañeros se tornan mucho más importantes y complejas. Los compañeros, no los padres, son quienes dominan su mundo, lo cual deja al niño a merced de los caprichos volátiles, y en ocasiones malintencionados, de sus compañeros de clase. De acuerdo con Fox, “existe una mayor competición por el estatus social en séptimo grado”, mucho más que en los otros años de la escuela intermedia. Los niños evalúan mutua y constantemente la forma correcta de vestir, hablar y comportarse de sus compañeros. Fox explica que si añades las redes sociales a esta combinación, los niños no tienen descanso alguno: viven en un incesante centro de atención social todo el tiempo.

“Me refiero al séptimo grado como el año más cruel para los preadolescentes”, indica Powell-Lunder. En séptimo grado, las abejas reinas dan rienda suelta a su despiadado reinado, afirma Powell-Lunder, y los chicos en la cima de la jerarquía perfeccionan la habilidad de enviar a los chicos poco sociables, que no están interesados en los deportes o que no representan una versión convencional de la masculinidad, al fondo del estrato social.

En el caso de las chicas, las amistades íntimas de los primeros años de la infancia suelen desmoronarse. Fox indica que dicho “drama de amistades entre chicas” es una forma de “probar lo que se siente ser mayor, más sofisticado y más genial. ‘Ya no puedo ser tu amiga’. Existe un nivel de crueldad y muchas puñaladas por la espalda. En el caso de las chicas, lo hacen con una sonrisa en el rostro: ‘No, yo nunca dije eso’”.

“Y entonces, a causa de lo inseguro que te sientes en cuanto a la aceptación que recibirás, comienzas a aparentar algo que no eres”, explica Fox. “Y no sigues pasando tiempo con tus viejos amigos porque saben que estás fingiendo. Por lo tanto, comienzas a pasar tiempo con nuevas personas. Y entonces eres incentivado a ser falso. Además, mamá y papá están al tanto de la falsedad, así que el niño piensa: ‘debo mantener distancia de ustedes también’”.

En séptimo grado la organización es fundamental

Justo en el momento cuando los estudiantes de séptimo grado intentan descubrir quiénes son y cómo encajar, las clases comienzan a tornarse más difíciles. La expectativa general es que los estudiantes de séptimo grado posean habilidades académicas más sólidas. “Hay más tolerancia frente a los errores de un estudiante de sexto grado”, afirma Powell-Lunder, pero al llegar a séptimo grado, “se supone que ya debes tener todo resuelto”.

“Sobre todo en séptimo grado, se espera que los niños exhiban un alto nivel de organización y atención a los detalles”, indica Powell-Lunder. “La red de seguridad ya no está y deben velar por sí mismos. Por lo tanto, si un niño es pulcro y ordenado, le irá bien”. Sin embargo, si un niño no posee dichas habilidades (por ejemplo, que el niño no sepa cuáles libros llevar a su casillero) estará en una posición difícil.

Eso fue precisamente lo que le ocurrió a Noah, el hijo de Todd David. “Séptimo grado fue muy extraño, sencillamente el peor año”, afirmó David, señalando que hasta aquel año, su hijo había sido un niño responsable y de excelente desempeño académico. “De pronto, en séptimo grado, parecía que la sinapsis no funcionaba como debía. Mi hijo estaba en las nubes y completamente desentendido del mundo a su alrededor. Su madre y yo no parábamos de preguntar: ‘¿Recordaste llevar tu almuerzo?’”. David relata que, por supuesto, Noah olvidaba su almuerzo una y otra vez.

Más problemática resultaba la forma tan dramática en que las tareas de su hijo se habían salido de control. “La comunicación entre lo que Noah nos contaba con respecto a las clases era 100 por ciento distinta a lo que nos decían los maestros”. Cuando las calificaciones de su hijo bajaron más de lo usual, David y su esposa contactaron a los maestros de Noah. “Ellos decían: ‘Oh, Noah no ha hecho sus tareas’. Así que le preguntábamos a Noah por qué no las había hecho y él decía: ‘No sabía que debía hacer eso’”. Por suerte, al llegar al segundo semestre de octavo grado, el impostor que habitaba temporalmente el cuerpo de su hijo desapareció y su excelente niño estaba de regreso: más maduro y enfocado en la escuela y la vida.

De acuerdo con Fox, dicha fase de desarrollo tan escabrosa suele tener relación con las dificultades académicas. Cuando los niños regresan de las vacaciones de verano tras haber culminado sexto grado, la presión académica cambia en gran medida la vida cotidiana de los niños. “Hay muchas tareas y muchas asignaturas. Incluso hay muchos casos de estudiantes de séptimo grado que se ven privados de sueño porque no saben cómo lidiar con todos sus deberes”. Por otro lado, Fox señala que debido a que los adultos presentes en la vida de los estudiantes de séptimo grado se sienten ansiosos cuando los chicos no se mantienen al tanto de sus deberes, “comienzan a surgir más conflictos entre padres y maestros en formas que quizá no habían surgido antes”.

Cómo evitar los dolores de cabeza asociados al séptimo grado

Teniendo en cuenta todo lo mencionado, ¿qué debe hacer un padre o una madre? Realiza los siguientes tres pasos.

  1. Sé paciente y empático

    La realidad del séptimo grado ya es lo suficientemente dura, asegura Fox, así que los padres deberían evitar echar más leña al fuego. Establece límites y expectativas firmes, pero esfuérzate por no atosigar a tu hijo todo el tiempo, ya sea para que limpie su habitación, termine su tarea o decirle “mírame a los ojos cuando te hablo, jovencito”. Fox resume tu misión de la siguiente manera: escuchar más que sermonear, sobre todo porque los sermones raramente provocarán el cambio que deseas.

  2. Sé su fan número uno

    Fox señala que cuando nuestros hijos son pequeños nos resulta más sencillo notar cuando hacen algo bien. Sin embargo, los padres de niños de 12 y 13 años suelen emplear la mayoría de sus interacciones buscando culpas. Fox explica que los padres temen que sus hijos estén creciendo y no dispongan de muchos años para guiarlos hacia el buen camino. La autora asegura que dicho sentimiento es normal para los padres, pero resulta contraproducente para los niños. Los preadolescentes están desesperados porque veas más allá de su actitud sarcástica, explica Fox. Necesitan saber que notas sus virtudes, así que cuando los encuentres haciendo algo bueno hazles saber que aprecias dicha acción.

  3. Apoya los proyectos que le apasionan

    A pesar de que la experiencia escolar de tu hijo podría estar yendo de mal en peor, el presente año también posee un increíble potencial. Las pasiones descubiertas a esta edad suelen dirigir a una vida de aprendizaje, crecimiento y metas profesionales. Ayuda a tu hijo a tener experiencias positivas e increíbles fuera de la escuela al conectarlo con la actividad que le interesa. Podría tratarse de un deporte, un hobby, su serie de libros favorita e incluso perfeccionar la receta del brownie perfecto.

Finalmente, Fox incentiva a los padres a adoptar una perspectiva a largo plazo. Séptimo grado podría resultar una prueba para tu hijo (y para ti), pero pronto tu preadolescente ingresará a octavo grado, hará planes para la escuela secundaria y dejará atrás sus primeros años de escuela intermedia. Aunque pueda resultar una verdad difícil de aceptar para cualquier padre amoroso, vale la pena recordar que séptimo grado también es un rito de transición. La mayoría de los niños aprenden mucho de este año. Tras verse envueltos en el huracán académico y social de séptimo grado, los niños surgen con una idea mucho más clara de quiénes son a pesar y debido a todos los dolores de cabeza experimentados durante dicho año.

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