Es la primera semana de clases para los alumnos de tercer grado Tomás, Kevin y Andrés. Los tres niños son inteligentes y buenos estudiantes, sin embargo son completamente diferentes en cuanto a su estilo personal y su temperamento.

  • Tomás es un niño extrovertido y amable que se lleva bien con los adultos y con otros niños. Disfruta las nuevas experiencias, se adapta bien a la rutina de las clases y muy pocas veces está enojado o de mal humor; ya no ve la hora de comenzar su nueva clase. 
  • Kevin es reservado y tímido y necesita tiempo para sentirse cómodo cuando se encuentra con personas, lugares o experiencias nuevas. Los primeros días de clase son incómodos, e incluso le provocan miedo. Es reacio a comenzar el nuevo año escolar en una clase nueva.
  • Andrés es muy activo, reacciona con mucha rapidez y es intenso. Tiene dificultades para permanecer sentado y prestar atención en la escuela y muchas veces reacciona exageradamente con sus maestros o compañeros. Recuerda el estrés del año anterior y preferiría quedarse en su casa.

Estas diferencias de temperamento contribuirán a la adaptación y a los logros del niño en la clase. En, en algunos casos, el temperamento contribuirá a un año feliz y exitoso, en otros casos, agregará estrés y problemas.

¿Qué es el temperamento?

El temperamento describe características que se pueden ver en los niños cuando juegan con amigos, hacen las matemáticas o miran televisión. Todos reconocemos a los niños que “nunca paran” en comparación con los que se mueven a un ritmo lento y pausado. También conocemos a niños que son muy intensos, que tienen un “corto circuito” y que se irritan o enojan con facilidad. También existen niños tímidos, a quienes les preocupan las situaciones nuevas y la gente nueva.

El temperamento afecta la manera en que los niños se relacionan con su familia en el hogar y la manera en que se relacionan en la escuela. Es especialmente importante reconocer las diferencias individuales de temperamento cuando un niño tiene problemas de aprendizaje o de atención, porque los padres y los maestros deben aprender a reconocer las razones de la conducta de sus niños.

Tomás, Kevin y Andrés son ejemplos de tipos de temperamento que se describen como “fácil”, “lento para animarse” y “difícil”. En términos de temperamento:

  • Niños fáciles, como Tomás, se adaptan fácilmente, tienen un humor positivo y están interesados en experiencias nuevas; se llevan bien con otros y son extrovertidos y amables.
  • Niños lentos para animarse, como Kevin, son característicamente retraídos y negativos cuando se enfrentan con situaciones o gente nuevas; son lentos para adaptarse al cambio, pero con el tiempo se adaptan bien. 
  • Niños difíciles, como Andrés, tienden a ser intensos, lentos para adaptarse, de humor negativo y también responden negativamente a las cosas nuevas.

Cómo puede el temperamento afectar la experiencia escolar de un niño

Considera cómo el niño debe adaptarse a una tarea de lectura o de matemáticas, especialmente si la tarea es larga o exigente. El niño debe calmarse, concentrar su energía y atención, adaptarse a nuevas directivas, resistir la distracción y empeñarse, incluso cuando la tarea sea aburrida o difícil. La investigación ha identificado factores de temperamento que afectan el éxito académico del niño en la escuela (Keogh 2003). Lo más importante es permanecer en la tarea, que se relaciona con el nivel de actividad (¿Tiene el niño suficiente energía para concentrarse pero no tanto que no puede quedarse quieto?), distracción (¿Puede el niño dejar de lado a la maestra susurrándole al alumno en la mesa al lado o al pájaro en el alféizar de la ventana para concentrarse en su trabajo?) y persistencia (¿Puede el niño seguir con un problema a pesar de estar aburrido, confundido o frustrado?).

A los maestros les gustan los estudiantes con estas características y les resulta fácil enseñarles. Los niños con un temperamento menos positivo a veces son vistos por los maestros como difíciles de enseñar, que requieren más tiempo del maestro, control y enseñanza.

Es importante notar que un maestro, al igual que sus estudiantes, traen su propio temperamento al aula. Algunos maestros son activos, responden con rapidez y son intensos. Otros son pausados, tranquilos y reflexivos. Estas diferencias entran en juego en el aula. Las clases se diferencian en cuanto al ritmo de enseñanza, la naturaleza de las interacciones personales y el tono emocional en el aula.

Afortunadamente, en muchos casos la combinación entre estudiantes y maestros es buena, y ambos se sientes cómodos y la vida en el aula es positiva. En algunos casos, sin embargo, la combinación entre el temperamento del maestro y el del niño no es positiva y tanto el estudiante como el maestro se sienten frustrados y tristes. Imagina a Kevin, un niño lento para animarse, en una clase de ritmo rápido, que cambia siempre de aula, donde el maestro muy energético es rápido, intenso y espera respuestas rápidas de los estudiantes. Imagina a Andrés, en una clase de ritmo lento donde el maestro hace hincapié en el orden y el silencio, y las asignaturas duran mucho. La alta actividad, distracción y poco empeño de Andrés aumentan las posibilidades de que tenga problemas.

¿Cómo puedes ayudar a tu hijo en la escuela al comprender su temperamento?

En la escuela cada estudiante debe adaptar a nuevas demandas, nuevos adultos y a muchos niños diferentes. Deben aprender a seguir reglas complejas en la clase y en el patio de recreo, y deben aprender que sus deseos y necesidades personales no siempre son una prioridad. Para algunos niños el cambio de la casa a la escuela es fácil y crecen o prosperan. Para otros, la transición no es simple y les resulta difícil adaptarse. Para un niño como Kevin que necesita tiempo para adaptarse, las primeras semanas están frecuentemente llenas de ansiedad y quizás parezca retraído y sin motivación. Para Andrés, las nuevas demandas pueden llevarlo a reaccionar exageradamente, lo que aumenta su intensidad y actividad.

Muchos problemas de adaptación y falta de logros en la escuela, son el resultado de una mala combinación entre el temperamento del niño y su situación escolar y muchos de esos problemas a menudo se resuelven con cambios simples en los programas de enseñanza o en el aula. Por ejemplo, un niño lento para animarse quizás necesite tiempo y ayuda extra para comenzar un proyecto nuevo. Un niño hiperactivo quizás necesite una rutina regular que lo ayude a calmarse después del recreo o del almuerzo.

Determinar si un problema de conducta se debe al temperamento o a un trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) puede prestarte a confusión. La conductas características del TDAH incluyen mucha actividad, impulsividad y distracción, las mismas conductas que pueden ser expresiones de temperamento. Claramente, estas conductas que reflejan el temperamento del niño pueden superponerse con las que representan el TDAH. Si estas conductas son excesivas y extremas y prácticamente no se ven afectadas por cambios en el ambiente, entonces es posible que no se basen en el temperamento y que por lo tanto requieran una intervención más específica y profunda. Sin embargo, no todos los niños con un temperamento difícil tienen un TDAH y hay diferencias en el temperamento de niños con TDAH. Debido a que las implicancias para el tratamiento difieren, es importante reconocer las causas subyacentes de la conducta.

Cómo puedes ayudar a tu hijo en la escuela

Como padre, tú conoces a tu hijo mejor que nadie. Hay varias maneras de ayudar a tu hijo a llevarse bien en la escuela. Ayudar a tu hijo a reconocer y comprender su propio temperamento es una buena manera de comenzar. A través de los años has aprendido cómo tu hijo responde a los desafíos, a las nuevas experiencias, a la rutina y a la interacción diaria con otros. Habla con tu hijo sobre su temperamento en el contexto escolar. Explícalo en qué se parecen y en qué se diferencian las expectativas de conducta en la escuela y en el hogar. Ayúdalo a comprender cómo su propio temperamento afecta sus sentimientos y conductas, al igual que el impacto que tiene sobre los demás.

Habla con tu hijo intenso, activo y distraído sobre las situaciones escolares que en el pasado le han causado problemas. ¿Se ha involucrado tu hijo en peleas a empujones con otros niños durante la fila para ir al recreo? ¿Tuvo problemas para calmarse y trabajar por las mañanas o después del recreo? Discuta sobre otras maneras en que puede manejar situaciones estresantes o exigentes. Identificando juntos cuándo y dónde ocurren los problemas, puedes ayudar a tu hijo a anticipar y evitar confrontaciones.

Las primeras semanas de clases pueden ser especialmente estresantes para los niños lentos para animarse, al enfrentarse con gente nueva y nuevas demandas. Tú puedes ayudar a tu hijo a familiarizarse con las rutinas y expectativas de la vida escolar.

Colabora con el maestro de tu hijo

Es importante que los maestros reconozcan las diferencias individuales en los temperamentos de los niños para poder manejar la clase. Habla con el maestro sobre el temperamento de tu hijo. Habla sobre cómo tu hijo se lleva con la familia y qué ha funcionado eficazmente en el hogar.

Pregúntale al maestro qué opina sobre el problema y pídele que identifique en qué momento del día ocurrió el problema, en qué situación, por ejemplo: ¿durante la clase de matemáticas, o durante el recreo o en la cafetería? Anima al maestro para que sea específico al describir la conducta problemática. Comparte con él las experiencias que tienes en casa con tu hijo. Cuanto más objetivamente sea descrita la conducta, más información estará disponible para ayudar a tu hijo a llevarse bien en clase.

Tanto los padres como los maestros, a menudo atribuyen por error la conducta del niño a su motivación, y comprensiblemente se molestan cuando ven la mala conducta como algo que los niños pueden cambiar si “tan sólo trataran de hacerlo”. Cuando los adultos reconocen que la conducta refleja diferencias individuales de temperamento y no de motivación, los ayuda a hacer los cambios necesarios. Por ejemplo, para evitar problemas, los niños con mucha energía pueden necesitar recreos frecuentes para realizar actividades, como por ejemplo hacer un recado para la maestra o limpiar el pizarrón. Los niños intensos quizás necesiten un recordatorio de que deben hablar en voz normal en lugar de gritar o que deben contar hasta 10 antes de reaccionar contra otros niños. Los niños lentos para animarse quizás necesiten tiempo y ayuda para comenzar una tarea nueva o recordatorios cuando habrá cambios en su rutina diaria.

A los maestros les interesa aprender sobre el temperamento y cómo trabajar con esas diferencias individuales en el aula. Una respuesta común es: “Nunca se me ocurrió analizar la conducta del niño de esa manera”. Comprender el temperamento establece un marco para que tanto los maestros como los padres puedan apoyar al niño para que tenga éxito en la escuela.