Todos tienen días donde sienten que ni siquiera pueden expresar su frustración. Desde aplicar un enfoque de mano dura hasta realizar un poco de trabajo detectivesco, a continuación te presentamos lo que sugieren los expertos para manejar la situación cuando tu hijo se niegue a ir a la escuela.

  1. Toma en serio a tu hijo

    “Todos los niños tienen un mal día de vez en cuando”, afirma Jane Healy, autora de Different Learners: Identifying, Preventing, and Treating Your Child’s Learning Problems (enlace en inglés). “Sin embargo, si tu hijo lo dice de forma reiterada, por favor presta atención”. El negarse a ir a la escuela, señala Healy, podría indicar un problema, bien sea social, emocional o académico. Healy sugiere explicar que la escuela es el trabajo del niño y la asistencia no es negociable, pero que quieres entenderlo y ayudarlo.

    “Podrían estar ocurriendo muchas cosas”, agrega Jane Bluestein (enlace en inglés), autora de The Win-Win Classroom (enlace en inglés). “Si un niño al que le encantaba ir a la escuela dice eso de la nada… esa sería una señal para mí. Yo me preguntaría: ‘¿Es un problema académico? ¿Es un problema social?’. Si de pronto el niño no quiere ir a la escuela porque le parece aburrida, es muy distinto de un niño que no quiere ir porque lo golpean todos los días o de otro niño que no quiere ir porque el maestro está siendo cruel“.

  2. Hazle preguntas

    Habla con tu hijo sobre lo que ocurre durante el día, aconseja Healy. “¿Hay acosadores en el bus o en el comedor? ¿Le avergüenza su caligrafía o leer en voz alta?”. “Odiar” la escuela, señala Healy, es en ocasiones la primera señal de una dificultad de aprendizaje sin diagnosticar, como la dislexia (enlace en inglés).

    “Es obviamente distinto si el niño tiene una preocupación temporal, como ‘hoy tengo prueba’ o ‘me duele el estómago’, en lugar de que exista un patrón de preocupación continuo sobre la escuela”, señala Alfie Kohn, autor de The Schools Our Children Deserve (enlace en inglés). “Esa preocupación debe ser tomada en serio”. En ese caso, la respuesta obvia para el niño debería ser: ‘¿Por qué? ¿Qué sucede?’. Podría ser necesario, indica Kohn, hacer el papel de detective con el paso del tiempo para intentar descubrir toda la verdad, en lugar de guiarte por lo que tu hijo diga en ese momento. Una respuesta simple, agrega el autor, probablemente no sea la solución. “Lo importante aquí no es solo lo que el padre debería decirle a su hijo, sino la posición que adopta el padre sobre si las preocupaciones del niño son legítimas o no. Por lo tanto, yo no me concentraría en idear un método para que el niño se sienta menos ansioso o en ejercer presión para que vaya. Me interesaría comprobar si realmente existe un problema en la escuela en cuanto al trato que está recibiendo de los maestros u otros niños”.

    Healy sugiere concertar una cita para hablar con el maestro. “Dile: ‘Estamos preocupados porque Sarah está diciendo que no quiere venir a la escuela. ¿Puede ayudarnos a llegar al fondo de esto?’. Algunas escuelas permiten que los padres observen o se ofrezcan de voluntarios en el aula para hacerse una idea de la situación”.

  3. Escúchalo

    En ocasiones, los motivos de un niño para no querer ir a la escuela son mínimos, y puede resolverse tan solo escuchando lo que le preocupa, dice Christine Carter, autora de Raising Happiness (enlace en inglés).

    “Creo que lo correcto es sentarse con él cuando tengas tiempo de hablar las cosas en detalle”, indica. Si no es posible entablar una conversación en el momento, Carter sugiere decir: “Lo que acabas de decir es muy serio, y me gustaría esperar a que estemos solos o fuera del auto y pueda verte a la cara mientras hablamos, porque me tomo muy en serio lo que dijiste”. La reacción de tu hijo, señala la autora, podría darte una idea de qué tan grave es lo que ocurre. “Sin duda, es un grito de auxilio en cierta forma, pero en realidad podría tratarse de una nimiedad. Limítate a escucharlo y aceptar sus sentimientos”.

  4. Considera darle un día libre a tu hijo

    “Muchos padres permiten que su hijo se quede en casa, y envían una nota informando que su hijo está enfermo”, dice Sara Bennett, autora de The Case Against Homework (enlace en inglés). “La primera vez que permití que mi estudiante de tercer grado se quedara en casa y le dije a la secretaria que mi hija se tomaría el día libre, la secretaria soltó una carcajada, me dijo que apreciaba mi honestidad y que le parecía una idea estupenda”.

    Bennett dice que, en ocasiones, cuando los niños se quejan sobre ir a la escuela, solo necesitan un descanso. “Si se trata de un problema simple, soy partidaria de que se tomen el día — quizá dos o tres veces al año —. Muchos adultos se toman algunos días; ¿por qué no otorgarles el mismo derecho a los niños? Por lo tanto, si un niño se despierta un día y dice: ‘No quiero ir a la escuela hoy’, podrías decir (asumiendo que puedes organizar un plan alternativo para tu hijo ese día), ‘¿quieres usar uno de los días libres que te puedes tomar?’. El simple hecho de tener esa opción podría ser suficiente para que tu hijo decida ir a la escuela después de todo”. Bennett dice que cuando su hija estaba en la escuela secundaria y se despertaba cansada y reacia a ir a clases, reflexionaba en voz alta sobre lo que se perdería si se tomaba el día libre. Por lo general, terminaba decidiendo ir a la escuela. Es una lección, dice Bennett, que le ha servido a su hija durante la escuela y después de esta.

  5. Aplica el enfoque de mano dura

    En ocasiones, los niños simplemente no tienen ganas de ir a la escuela, y puedes empatizar con lo que sienten, pero, aun así, tienen que ir. “En conclusión, tienes que conocer a tu hijo”, dice Deborah Tillman de America’s Supernanny. “Hay niños que dicen ‘no quiero ir a la escuela’ por simple pereza. Es como si dijeran: ‘estoy cansado y no quiero ir a la escuela’. No voy a fomentar esa clase de comportamiento en mi hijo. Tienes que explicarle al niño que faltar a clases no es una opción. ‘Tienes que ir a la escuela. Así como papi y mami tienen que ir a trabajar para pagar las cuentas, tú debes ir a la escuela para obtener una educación’. Mis padres nos enseñaron eso desde muy pequeños. La conclusión es: si tienes educación, si tienes conocimiento, el conocimiento es poder. Mientras más aprendas y te desarrolles, mejor preparado estarás para salir al mundo”.

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