Luke, de 4 años, estaba a punto de comenzar el kínder en Centerville, Ohio. Iba a ser uno de los de menor edad de su clase – cumpliría 5 años justo antes del comienzo del año escolar – y su madre estaba preocupada.

Históricamente, la edad para comenzar el kínder ha variado mucho. En los últimos años, estados y distritos por igual han aumentado la edad mínima exigida para el kínder, de manera que cada vez son más los niños que tienen al menos 5 años al momento de iniciar la escuela. (Aquí puedes ver el requisito mínimo de edad para ingresar al kínder en todos los estados en el año 2018). Aun así, en muchos estados (Alaska, Indiana, Kansas, Minnesota, Missouri, Montana, Nevada, Carolina del Norte, Wyoming) no es muy extraño ver a un niño de 5 años y a uno de 7 en la misma clase de kínder, en Luisiana y Maine podrías encontrar a un niño de 4 años y en Pennsylvania y Washington a un niño de 8 años. Eso es precisamente lo que preocupó a la mamá de Luke, Deb Nelson, quien ha notado la diferencia que unos pocos meses pueden marcar, bien sea en casa con sus tres hijos de 6, 4 y 3 años o en la escuela con los compañeros de kínder de su hijo mayor. Algunos niños están listos para leer y escribir; otros tienen problemas para permanecer sentados y prestar atención. Tener menos edad resulta particularmente problemático a medida que el kínder adopta un enfoque cada vez más académico.

Retrasar el ingreso al kínder es una práctica cada vez más popular. Primero, porque la edad mínima ha aumentado en algunos estados y, segundo, porque algunos padres están optando por esperar a que su hijo sea mayor para comenzar la escuela. De acuerdo con los datos más recientes del National Center for Education Statistics (NCES), en el año escolar 2019-2020, el índice de inscripciones de niños de 5 años disminuyó un 6 por ciento, quedando en un 84 por ciento. ¿Es esto un beneficio o un problema para nuestros niños a largo plazo? Las opiniones de los educadores están divididas. Rachel M. Robertson, doctora en Educación de Mississippi llega incluso a afirmar en su artículo de 2021 “To Retain or Not Retain: A Review of Literature Related to Kindergarten Retention” que “se ha dicho que no existe tema en el ámbito de la educación que resulte tan divisivo como este”.

Por otro lado, los padres se preguntan qué hacer mientras sopesan los posibles riesgos de enviar a su hijo al kínder teniendo menos o más edad que los demás niños de la clase.

¿Por qué retrasar el ingreso al kínder?

A Deb Nelson no solo le preocupaba el kínder. “Me preocupa la escuela intermedia”, confiesa. “No quiero que mi hijo tenga 11 años cuando todos los demás estén cumpliendo 12, lo que significa que prácticamente será un año menor que sus compañeros de sexto o séptimo grado”. Ambas dudas – sobre el éxito en el kínder y durante la adolescencia – impulsan la popular práctica de retrasar el ingreso al kínder por un año o más. (En inglés a esto se le conoce como redshirting. El término se tomó de los deportes universitarios, donde los atletas practican con el equipo durante el primer año pero no participan en las competiciones hasta ser más grandes, más fuertes y más competitivos.

Generalmente, los padres retrasan el ingreso de su hijo al kínder porque sienten que no está listo (a nivel cognitivo, social o emocional). Puede que otros quieran darle una ventaja a su hijo, asumiendo que tener más edad lo hará más competente. En general, ¿qué tipo de padres son los que retrasan el ingreso de su hijo al kínder? Puede que la respuesta te sorprenda.

¿Quiénes retrasan el ingreso de su hijo al kínder?

Los datos del NCES para el período 2019-2020 indican que no son los padres blancos con muchos títulos universitarios y adinerados quienes retrasan el ingreso de sus hijos al kínder. Todo lo contrario. Retrasar el ingreso al kínder no “difiere entre grupos raciales y étnicos”, pero tiene un 9 por ciento más de probabilidades de ocurrir si los padres del niño solo cuentan con un diploma de escuela secundaria, en comparación a los niños cuyos padres tienen títulos universitarios. Más curioso aún, las probabilidades de retrasar el ingreso al kínder aumentan un 22 por ciento en familias con ambos padres desempleados, en comparación a las familias donde ambos padres tienen empleo.

Hace 10 años, retrasar el ingreso al kínder era más común entre familias pudientes. Era lo que estaba de moda, señala Gary Painter, profesor de la Escuela de Políticas Públicas Sol Price de la University of Southern California, quien escribió un artículo sobre retrasar el ingreso al kínder. “Particularmente en círculos de clase media-alta donde los padres quieren darles todas las ventajas a sus hijos y que estos lleven la delantera respecto a los demás niños”. Los datos del NCES de ese año respaldaron la afirmación de Painter. Del escaso 6 por ciento de niños claramente designados como “estudiantes de kínder con ingreso atrasado” en 2012, los padres mostraban tendencia a tener al menos un título universitario y los ingresos familiares solían estar muy por encima del umbral de pobreza.

¿Sirve de algo retrasar el ingreso al kínder?

En ocasiones, los beneficios de retrasar el ingreso de un estudiante al kínder son tan pequeños que podrían parecer insignificantes. Un reporte de 2021, “Early School Outcomes for Children Who Delay Kindergarten Entry” de Jordan E. Greenburg y Adam Winsler de George Mason University, asegura: “Los resultados demuestran que los niños que ingresan al kínder más tarde de lo normal tienen un desempeño ligeramente superior al de sus compañeros durante el año de kínder, pero estas diferencias desaparecen al final del primer grado”.

Otro reporte, “¿Does the Age That Children Start Kindergarten Matter? Evidence of Long-Term Educational and Social Outcomes”, coescrito por Gary Painter de USC y Jane Arnold Lincove de University of Texas-Austin, está basado en un estudio longitudinal a lo largo de 20 años que analizó los resultados académicos y sociales de estudiantes que ingresaron al kínder más tarde de lo normal. Los investigadores les hicieron un seguimiento a algunos niños desde los 4 o 5 años hasta los 25 o 26 años. Increíblemente, no encontraron beneficios académicos o sociales al retrasar el ingreso al kínder (¿La única excepción? El desempeño en el equipo de fútbol de la escuela o universidad). De hecho, descubrieron que ingresar al kínder a una corta edad tiene un pequeño beneficio: índices ligeramente más altos de asistencia a la universidad.

En general, las investigaciones han encontrado resultados principalmente desfavorables respecto a que un estudiante sea mayor a los demás niños de la clase, sobre todo en el caso de preadolescentes o adolescentes. El artículo de Robertson afirma: “…no hay evidencia confiable de que retrasar el ingreso al kínder tenga beneficios”. Las investigaciones también han descubierto consecuencias desfavorables respecto a estar entre los estudiantes con más edad de la clase, incluyendo un estudio que reporta un incremento en los problemas sociales y conductuales en la adolescencia, cuando ser mayor (o diferente en cualquier aspecto) puede causar problemas. Sin embargo, esta información es antigua (1998), y en muchos casos está vinculada a estudios relacionados a la repetición de grado, lo que probablemente supone un mayor estigma social para un niño que comenzar el kínder más tarde de lo normal.

En cuanto al argumento a favor de retrasar el ingreso al kínder, un estudio canadiense sugiere que esto puede generar resultados académicos positivos, incluyendo menos probabilidades de que el niño repita el tercer grado y mejores calificaciones en matemáticas y lectura en décimo grado.

Aparentemente, retrasar el ingreso al kínder necesita seguir siendo estudiado, sobre todo si tomamos en cuenta que la edad promedio de los estudiantes de kínder va en aumento. En los últimos 40 años, muchos estados han aumentado la edad mínima para ingresar al kínder. En 1975, solo nueve estados exigían que los niños tuvieran 5 años para poder ingresar al kínder. En 2018, los 50 estados exigían que los niños tuvieran 5 años o estuvieran cerca de cumplirlos al momento de iniciar el kínder. El estado más tolerante es Maine, que extiende hasta el 15 de octubre la fecha en que un niño puede cumplir 5 años.

Preparado para el kínder o no

Mientras tanto, los padres deben determinar si su hijo está preparado para el kínder, tomando en cuenta la preparación social y emocional, así como la capacidad cognitiva del niño. Determinar si su hijo está preparado para el kínder no es tarea fácil para muchos padres. Tracy Gibb, exmaestra de kínder, retrasó el ingreso de su hijo al kínder porque aún no había madurado socialmente. “He trabajado con maestros de kínder por muchos años, y lo que esperan es que los niños sean capaces de estar sentados y se comporten apropiadamente para que puedan aprender, en lugar de niños que entienden lo que ocurre a su alrededor, pero tienen problemas de disciplina porque su corta edad les impide manejar la responsabilidad del kínder”, escribió en un correo electrónico. Hoy en día, Tracy cree que su hijo de 11 años está a la par de sus compañeros de quinto grado a nivel emocional. “Es una decisión de la que nunca me he arrepentido”.

Cuando los maestros del preescolar de Delilah, de 4 años, sugirieron que la niña podría no estar preparada para el kínder, su madre (la compositora y maestra de música de Los Ángeles Deborah Poppink Hirshland) se sorprendió por la forma en que los maestros explicaron su conclusión. En el kínder, le dijeron, existen muchos procesos de tres pasos, como tomar una hoja de papel, dibujar una figura y cortar la figura. “Delilah se acercaba al maestro después de cada paso para preguntar qué hacer a continuación”, relata Poppink Hirshland. Tras una evaluación, Poppink Hirshland obtuvo información valiosa sobre su brillante hija, quien progresó rápidamente gracias a la terapia ocupacional. Tiempo después, Delilah, de 6 años, tuvo éxito en el kínder.

La escuela a la que asisten los hijos de Nelson ofrece un programa para los niños que acaban de cumplir 5 años y podrían no estar preparados para el kínder. En un panel de discusión sobre las preinscripciones, presidido por cuatro maestros de kínder locales, Nelson levantó la mano e hizo la pregunta más importante: “¿Cuándo debería ingresar mi hijo al kínder?”.

“Un maestro respondió: ‘En mis 35 años como docente, nunca he visto que alguien se arrepienta de haberse inscrito en el programa de preparación para el kínder, pero sí que he conocido personas que se arrepienten de no haberlo hecho’”, recuerda Nelson. Se sintió convencida y solicitó que evaluaran a Luke para el programa. La evaluación incluía pruebas de la motricidad fina y gruesa, capacidad de concentración, atención a los detalles, capacidad de seguir instrucciones, conocimiento numérico, capacidad de deletrear nombres, conocimiento alfabético, visión cromática y un examen auditivo. Luke obtuvo una calificación alta y no mostró deficiencias obvias. Por lo tanto, a pesar de tener 5 años, se determinó que no era apto para el programa.

Preocupada de que su hijo no estuviera preparado, Nelson se reunió con el director. “El director dijo que en el caso de Luke (que no tenía ningún tipo de deficiencia y había obtenido una calificación tan alta) quizás un aula de clases normal sería lo mejor para él”, recuerda Nelson. Teniendo en consideración el desempeño de su hijo a largo plazo, Nelson hizo planes con el director para que Luke repitiera el kínder. “Simplemente le diríamos que iba a estar dos años en el kínder. Así no sentiría que estaba repitiendo el grado o que no estaba avanzando”.

Junto con las pruebas estandarizadas de hoy en día, otro factor importante es que esperamos más de los niños de kínder. Desafortunadamente, están menos preparados para alcanzar el éxito. “El kínder se ha vuelto más académico que antes”, señala Emily Glickman, asesora educativa de Manhattan. “Muchas personas sienten que el kínder es el nuevo primer grado”. El doctor J. Richard Gentry, experto en la lectura y autor de Raising Confident Readers: How to Teach Your Child to Read and Write — From Baby to Age Seven (Criando lectores seguros de sí mismos: Cómo enseñarle a tu hijo a leer y escribir –Desde bebé hasta los 7 años–), señala que el problema se ve exacerbado porque los padres fracasan en preparar a los niños para la lectura. Casi la mitad de estudiantes de kínder en el país no cuenta con la preparación necesaria para tener éxito en la lectura. “La gran pregunta es si un niño está preparado para recibir enseñanza formal en el ámbito de la escritura”, señala Gentry, quien explica que, en términos de desarrollo cerebral, los niños no están preparados para leer hasta los 6 años. Sin embargo, incluso desde el nacimiento, los padres necesitan comenzar a preparar a sus hijos para la lectura con “actividades divertidas de lectoescritura” como leer en voz alta, dibujar y participar en juegos de escritura.

Según Gentry, son demasiados los niños que no reciben este tipo de preparación. “Aproximadamente 1,5 millones de niños llegan al kínder sin poder escribir su nombre o contar la historia de su libro favorito”, señala. “Ya están atrasados. Estos niños representan la brecha en el rendimiento académico”.

Quién se beneficia… y quién no

El simple hecho de quedarse en casa y ser un año mayor al llegar al kínder no es la respuesta. “Tenemos que considerar lo que el niño hace cuando en otras circunstancias estaría en un entorno educativo y enriquecedor”, explica Shane Jimerson, profesor de psicología escolar en University of California en Santa Bárbara.

La investigadora educativa Melodye Bush está de acuerdo. “Ingresar al kínder más tarde de lo normal no es favorable para todos”, señala. “No es conveniente que todos los niños comiencen el kínder a los 6 años. Lo que hemos notado es que cuanto más pronto comiencen a aprender a leer y a escribir, mejor. En cuanto a la capacidad de memorizar el conocimiento, la edad ideal para comenzar es a los 3 años”. Bush especula que a causa de las apretadas agendas y altos niveles de estrés de los padres, “los niños no están recibiendo el pre-aprendizaje que necesitan”.

Tanto Gentry como Painter coinciden en que, en conclusión, los niños de familias comprometidas de clase media que inicien el kínder más tarde de lo normal “no se beneficiarán, pero probablemente tampoco les perjudique”. Sin embargo, esta práctica pone una presión excesiva en las familias que no cuentan con los recursos para costearse un año adicional de preescolar. Si los niños de menor edad tienen que competir con niños de mayor edad y mejor preparados, esto “exacerbará la brecha que ya existe en el rendimiento académico”, explica Painter. “No propongo que los distritos escolares prohíban retrasar el ingreso al kínder, pero es una precaución a tener en cuenta”.