“¿Puedes darme más jugo, por favor?”.

“¿Puedes decir gracias?”.

“¿Cuál es la palabra mágica?”.

Los padres de niños pequeños se ven obligados a repetir estas imprecaciones una y otra vez, y la pediatra Laurel Schultz afirma que eso es exactamente lo que tienen que hacer.

“Recuerda que tu hijo no tiene mucha experiencia de vida; eres tú quien debe enseñarle las reglas”, señala Schultz. “Los padres me dicen: ‘¡Lo intenté, pero no funcionó!’ Y yo les pregunto: ‘¿Lo intentaste 500 veces? ¿Mil veces?’ Como padres, es nuestro deber demostrar buenos modales, con la esperanza de que, con el tiempo, se vuelva algo natural. Para la mayoría de niños, lo hace”.

El maestro de preescolar Eric Wilson afirma que pocos estudiantes de preescolar dicen “por favor” o “gracias”, sobre todo cuando apenas están comenzando la escuela. “Es normal, pero es algo en lo que trabajamos constantemente”, indica. “Si el niño dice ‘¡dame eso!’, le contestamos: ‘Dame eso, por favor‘”.

Cómo ayudar a tu estudiante de preescolar a disculparse con sinceridad

Al momento de pedir disculpas, lo más importante es que tu hijo tenga empatía, un componente emocional indispensable para el arrepentimiento.

“La idea no es que diga las palabras por obligación, sino que entienda lo que hizo y cómo hizo sentir a la otra persona”, explica Schultz.

Schultz describe un incidente en el que su hijo pisoteó el envase del almuerzo de una niña. “Era una niña que le gustaba, y creo que lo hizo por amor, pero la niña se puso muy triste”, relata Schultz. “Cuando volvió de la escuela, hablamos de lo ocurrido y de lo que podía hacer al respecto. Le hizo un dibujo con muchos corazones, al que le dedicó mucho tiempo. Creo que aprendió una lección más significativa que si lo hubiera obligado a pedir disculpas por mera vergüenza”.

En caso de que un niño lastime a otro por accidente (si están forcejeando, por ejemplo) y uno de ellos se golpea la cabeza, puedes convertir el incidente en una lección de empatía. Háblale a tu hijo de lo que pasó y sugiérele que abrace al otro niño o que le haga una tarjeta. “Más que una disculpa, es un gesto humano, y le demuestra al niño que nos sentimos mejor cuando intentamos comunicarnos y ayudar”, explica Schultz.

“Raramente le pido a un niño que se disculpe”, explica la maestra de preescolar Miri Moyal. “Se vuelve una simple palabra. En lugar de ello, le pido que vea a su amigo a la cara. Y así se desarrolla la compasión y la empatía del niño. De lo contrario, no harán más que decir ‘lo siento’ y seguirán con sus vidas como si nada”.

Wilson relata que esos momentos de progreso cuando un niño muestra empatía hacia otro son la mejor parte de su trabajo como maestro de preescolar. “Cuando veo a los niños, especialmente los que tuvieron problemas al principio, siendo amables entre sí, defendiéndose y ayudándose los unos a los otros, se vuelve lo más memorable de mi año”.

Relatos de empatía

Craig Bailey, exmaestro de preescolar e investigador del programa para el preescolar del Centro de Inteligencia Emocional de Yale, sugiere integrar lecciones de empatía al leer cuentos en el hogar. Cuando estés leyendo un libro donde un personaje está triste, decepcionado o lastimado, ayuda a tu hijo a adoptar la perspectiva de ese personaje mediante preguntas como: “¿Cómo crees que se sintió Rana?”. Posteriormente, piensen en formas de hacer sentir mejor a Rana, aparte de que Sapo le ofrezca una disculpa. Puede que no aprenda palabras de cortesía específicas, pero podrías notar que se vuelve más amable en general.

La importancia del tono

“¿Puede abrirme esto?”, pregunta Joe, un pequeño de 4 años, mientras le entrega a la maestra, Miri Moyal, unos termos llenos de sopa. No usó la palabra mágica, pero sí preguntó de forma educada. Moyal dice que no le preocupa tanto escuchar la palabra “por favor”, sino el tono con el que el niño hace la petición. “No es necesario decir ‘por favor’ todo el tiempo”, explica Moyal. En lugar de ello, se concentra en demostrar cortesía al hablar, de manera que los niños la imiten. “De lo contrario, tendríamos que decir ‘por favor” todo el tiempo”, dice entre risas.

Todos escuchan frases de cortesía, menos tú

“Muchas veces escucho que mis hijos son un ejemplo de buenos modales”, relata la educadora de padres Nancy Gnass, “pero yo no veo esas cualidades en casa”.

Al trabajar con padres, Gnass sabe que es algo común: niños verdaderamente respetuosos que no se molestan en tener la misma cortesía en casa. Así que por el simple hecho de que no escuches a tu hijo pronunciar las palabras mágicas, “no significa que no las haya aprendido y que no las esté usando en otra parte”, señala.