Le dices a tu hija que es una “genio” luego de armar un rompecabezas. Proclamas que tu hijo es el “pintor más destacado desde Picasso” cuando te muestra orgulloso una acuarela. ¿Esto te recuerda a tu estilo de crianza? La buena noticia es que te llevas muchos puntos por ser el animador número uno de tu hijo. ¿Y la no tan buena? Puede que quieras replantearte lo de elogiar a tu hijo.

Por favor, dime que no es verdad. ¿Acaso la crianza de los hijos no es lo suficientemente difícil como para que nos digan que el elogio, una de las cosas más positivas que los padres pueden hacer por sus hijos, está mal? Es como si nos dijeran que les demos papas fritas picantes para desayunar y que les dejemos ver dibujos animados hasta medianoche.

No todos los elogios son iguales

Espera. No es que los elogios en sí sean malos. Pero la forma en que elogiamos a los niños puede marcar la diferencia. Como revela Carol Dweck, profesora de psicología del desarrollo de Stanford University, en su artículo de investigación The Perils and Promises of Praise, elogiar los logros de los niños en lugar de sus esfuerzos puede socavar su autoestima y motivación, lo contrario de lo que queremos que haga el elogio.

Supongamos que tu hijo te enseña un dibujo y tú le respondes: “¡Qué talentoso eres! Ese dibujo es muy bonito”. ¿El resultado? Tu hijo podría tener miedo de esforzarse más en el futuro (“puede que mi próximo dibujo no sea tan bueno”), sentirse incomprendido (“¡no es bonito! ¡dibujé a una bruja fea!”), y como los niños son maestros en detectar un engaño, aunque sea bienintencionado, puede dudar de tu sinceridad (“no creo que sea tan bonito”).

Intenta esto en casa

¿Qué puede hacer un padre amoroso? A continuación te mostramos ejemplos de cómo suena elogiar por el esfuerzo y no por el logro. Los estudios demuestran que este tipo de elogio aumenta la confianza, de modo que los niños afrontan los retos con ilusión en lugar de con miedo.

La situación: Tu hijo acaba de aprender a leer una nueva señal de tráfico.

Elogio al logro: “Eres muy listo. Es increíble que lo hayas descubierto tú solo”.

Elogio al esfuerzo: “Has prestado mucha atención a las señales. ¿No es estupendo aprender tanto? A ver si encontramos otra juntos”.

La situación: Sin que se lo pidas, tu hija se ha puesto los calcetines, los zapatos y baja a desayunar.

Elogio al logro: “¡Te has puesto los calcetines y los zapatos! Qué buena niña”.

Elogio al esfuerzo: “Has encontrado unos calcetines iguales y te has puesto los zapatos sin ayuda. Eso era mucho para hacerlo tú sola”.

La situación: Tu hijo ha construido una elaborada ciudad de bloques.

Elogio al logro: “¡Vaya! ¡Es la estructura de bloques más increíble que he visto en mi vida! Vas a ser un arquitecto famoso por todo el mundo”.

Elogio al esfuerzo: “¡Mira cuántas manzanas hay en tu ciudad! Se nota que has trabajado mucho en ella, pero debe de haber sido muy divertida de construir”.

La situación: Llevas a tu hijo a una reunión familiar. Se ha bañado, peinado y vestido con su mejor ropa.

Elogio al logro: “¡Eres el niño más guapo que he visto en mi vida!” o “¡eres la niña más guapa que he visto en mi vida!”.

Elogio al esfuerzo: “Sé que no siempre te gusta lavarte el pelo. Pero ahora que te has esforzado tanto por asearte y ponerte tu ropa más bonita, ¡sí que estás elegante y listo para ir a la fiesta!”.