Jamie Sanders y su hijo de 14 años, Ayden, tuvieron problemas por años. Ayden explotaba con ira casi a diario. Se quejaba de que su hermana recibía un trato especial. Se molestaba si lo llamaban a cenar mientras jugaba un videojuego. Casi todas las interacciones se convertían en una pelea. Su mamá estaba desconcertada porque, con frecuencia, los ataques de su hijo no parecían estar relacionados con lo que estaba pasando en ese momento. Dice Sanders que, en ocasiones, su hijo explotaba “por algo tan sencillo como que le dijera que tenía que ducharse. Pasaba de estar perfectamente feliz y calmado a gritar y arrojar cosas en cuestión de segundos”.

A Ayden, “todo lo sobrecogía”. Él admite sentir un nivel de frustración y enojo que no podía contener. ¿Qué podía empeorar las cosas? “Mis padres se enojaban conmigo por estar enojado”.
Sanders y su esposo no sabían qué hacer. Intentaron diferentes métodos para disciplinarlo, pero nada funcionaba. Luego, decidieron probar algo diferente. Dejaron de ponerle atención al enojo de su hijo y se concentraron más en el por qué estaba tan enojado.

Ve el enojo como una “tapadera emocional”

Los expertos en disciplina positiva dicen que son demasiados los adultos que ven a un hijo enojado y solamente ven que está enojado. Pero invitan a los adultos a ver más allá del “mal” comportamiento. Una vez que lo hacen, pueden ver con más claridad que el enojo está ocultando lo que realmente está sucediendo. “Los padres son más eficientes cuando toman el papel de detective e intentan entender la razón detrás del comportamiento”, dice Jane Nelsen, autora de la serie de libros Positive Discipline. A menudo, los preadolescentes se portan mal porque tienen miedo de decepcionar a sus padres. Puede que no se note, pero los preadolescentes temen que, si no cumplen con las expectativas que creen que tienen sus padres, estos dejarán de quererlos. Los estudiantes de escuela intermedia pueden sentirse aislados de sus compañeros de clase, ansiosos por la escuela, tener conflictos con un hermano o simplemente se sienten abrumados por los cambios internos y externos que están pasando en sus cuerpos y cerebros que se desarrollan cada vez más.

Prueba la corrección y la conexión

La estrategia milenaria para lidiar con un preadolescente taciturno, hostil, desobediente o abiertamente desafiante suele ser algún tipo de castigo. Para disciplinar a un estudiante de escuela intermedia, se le puede quitar el teléfono, darle un sermón serio o castigarlo. O el padre permisivo, harto de tantos conflictos, puede simplemente esperar a que pase la tormenta con un suspiro.

En cambio, Nelsen incentiva a los padres a enfocarse en redirigir el enojo (corregir) y validar los sentimientos de tu hijo (conectarse). “Puedes decir algo como: ‘Veo que estás muy enojado ahora’”. Luego, a menudo, te dará más información. “Sí, mi novia terminó conmigo”, “Sí, rompí el teléfono”. Sin embargo, Nelsen enfatiza: “La parte de corregir nunca se usa para castigar”. Se trata de ayudar a tu hijo a acceder a sus emociones para que no se sienta ni actúe de forma descontrolada.

Es normal que los chicos se enojen (todas las personas lo hacen)

Hay una vieja creencia sobre los chicos y el enojo, y es que los chicos no deberían enojarse. Un chico “bueno” se porta bien y es agradable. Un chico “malo” se porta mal y tiene sentimientos sobrecogedores (¿necesitas otro motivo por el cual los padres no quieren que su hijo demuestre lo enojado que se siente? Un hijo enojado puede sentirse como una crítica para el padre de que no está haciendo bien su trabajo).

Los expertos en disciplina positiva instan a los padres a reconsiderar estas creencias. En lugar de resistirte a toda costa a los arrebatos de tu hijo, acepta que todos nos enojamos. “Enojarse es algo normal de la vida, y los chicos sienten las cosas con mayor intensidad”, dice la Dra. Nanika Coor, una psicóloga clínica de Brooklyn que se especializa en trabajar con padres. “Su capacidad de identificar y manejar sus emociones de forma efectiva no terminará de desarrollarse hasta los 25 años”. Incluso entonces, no es como un interruptor mágico que ayuda a los adultos a identificar y procesar sus emociones. Es un proceso que empieza desde ya y los padres pueden ayudar a sus hijos a entenderlo.

Déjalo expresar su enojo

“Si tienes a un niño enojado frente a ti, tu objetivo no es hacer que se sienta menos enojado”, explica Coor. “Tu objetivo es hacerle saber que puedes ver y escuchar que está enojado. Los chicos que se sienten vistos y escuchados se sienten comprendidos. También los ayuda a sentirse seguros porque no les preocupa que sus padres los rechacen si se sienten mal”.

Esto puede complicarse con los preadolescentes que tienen una reputación por llevar la contraria. Coor dice que los estudiantes de escuela intermedia pueden “decir cosas irrespetuosas, pueden resistirse o estar a la defensiva, pero no lo tomes de forma personal y no contraataques”, explica.

“Te está expresando sus sentimientos de la única forma en la que sabe hacerlo por ahora. Trata de ver la situación desde su perspectiva y dile que lo entiendes. Cuando los chicos se sienten comprendidos, es más probable que se calmen, incluso si las cosas no salen como querían”.

Invítalo a hablar

En el calor del momento, tu preadolescente puede estar en modo “ataque o huida”; de ser así, probablemente no pueda oírte y no tiene sentido intentar razonar o hablar. “Cuando todos estén más calmados, pueden procesar el incidente juntos”, dice Coor. “Hazle saber que, si bien no hay nada de malo con enojarse, no está bien que te diga palabras hirientes ni hacerle daño a las personas o cosas”.

Comienza una conversación continua con tu preadolescente sobre cómo expresar emociones complicadas de forma segura. Coor les recomienda a los padres “considerar ideas juntos para llegar a soluciones alternativas para que exprese y lidie con su enojo en el futuro. Todo esto es parte del proceso de aprendizaje para que sepa cómo hablar de sus sentimientos y se sienta más en control de su ira en lugar de dejar que la ira lo controle”.

Tu disposición de interactuar con tu preadolescente con empatía en lugar de enojarte “le deja saber que entiendes lo difícil que son las cosas para él en ese momento”, indica Coor. “Le permitirás a tu hijo dejar de lado el enojo y pasar a la emoción más profunda si logras aceptar el enojo en lugar de rechazarlo”. Recuerda, tu hijo recibe señales de ti sobre cómo manejar de forma segura las emociones intensas. Piensa en ti como un salvavida que lo llevará nadando a un lugar seguro. “Si ambos se agitan, ambos se hundirán. Si te calmas, puedes nadar y ambos llegarán a tierra firme”.

Asegúrate de que no sea algo más serio

Si los arrebatos de tu preadolescente parecen ser extremos, vale la pena buscar ayuda de un terapeuta que pueda hacer una evaluación más objetiva. Muchos chicos que lidian con emociones extremas tienen trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y/o trastorno oposicional desafiante. “Si tienes un hijo demasiado volátil, yo buscaría ayuda”, recomienda Coor.

Esto es precisamente lo que sucedía con Ayden, a quien le diagnosticaron TDAH. Sanders dice que, desde entonces, su esposo y ella han aprendido qué funciona y qué no, un proceso sobre el cual escribe en su blog sobre criar a un hijo con TDAH (enlace en inglés).

Ayúdalo a manejar mejor las emociones difíciles

“Ahora tratamos de enfocarnos más en refuerzos positivos”, dice Sanders. “Nuestra vida en casa es mucho más tranquila ahora. Ayden sigue teniendo arrebatos ocasionales, pero no son tan malos como antes ni tan frecuentes”. Durante los momentos de calma, nunca en el calor del momento, su esposo y ella van directamente a la fuente y le preguntan a Ayden qué funciona mejor para él cuando su temperamento estalla. “Me contó que prefiere estar solo cuando está molesto”, dice Sanders. Desde que hablaron y acordaron tomar esta medida, eso es lo que hacen. Después, hablan sobre el incidente con calma.

Ayden dice que es mejor cuando sus padres no lo están regañando, dándole sermones o gritándole.

¿Usaría Ayden la misma estrategia con sus propios hijos si se portan mal? “He pensado mucho sobre eso”, dice Ayden. La respuesta es: sí, definitivamente. “Los dejaría solos si están enojados y luego hablaría con ellos sobre eso, cuando se hayan tranquilizado”.

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